En el fiel de la balanza
ARGUMENTO fundamental para aprobar a toda costael “acuerdo de paz” que se pretende firmar entre el Presidente Santos y las Farc, es el de terminar 60 años de derramamiento de sangre por la acción de ese grupo guerrillero. Buscar ese logro es algo que se anhela, y, oponerse a ello, lo presenta el Presidente como algo “irracional”. Tendría razón, si ese “a toda costa” no pusiera en el fiel de la balanza graves interrogantes sobre concesiones que se conoce quieren dar a quienes han perpetrado crímenes atroces, no reconocen la gravedad de esos hechos, y se ufanan de haberlos realizado reclamando “derecho a la rebelión”.
Allí está el punto de reflexión ante Dios, y ante la Patria. Es preciso ponderar un bien tan grande como es la paz, pero hay qué sopesarlo con las concesiones que se hagan a unos violentos no contritos a quienes se quiere perdonar su pasado, cualquier que fuere, y blindarlos para que no sean perseguidos por la justicia. Se quiere darles anticipada absolución de secuestros, matanzas colectivas, narcotráfico, reclutamiento de niños para acciones violentas, abuso de muchachas para satisfacción sexual, todo lo cual están catalogando como “delitos políticos no punibles”.
Rechazar verdaderos caminos de paz con arrepentimiento de crímenes y de abusos que se hayan cometido, reconciliación con clara garantía de no volver a pasado criminal, aceptación de principios de verdadero progreso social como los pregonados de justicia social enseñados por el Cristianismo, y acogidos en la Constitución de Colombia del 91, sería algo, ciertamente, “irracional”. Si se hacen acuerdos con respeto a la “Carta Magna”, sin modificaciones precipitadas de ella, rechazar algo basado en esos insustituibles cimientos, sería algo verdaderamente “irracional”. Pero, creer que se construye verdadera paz, sin esas bases inconmovibles, es buscarla sobre piso deleznable que llevará, sin duda, a impensables desastres. Esto sí sería más irracional todavía.
Colocar en el fiel de la balanza el bien de la paz, con sus innumerables beneficios en lo social y lo económico, y concesiones que minarían ese resultado porque conducen, claramente, a situaciones de anarquía y dominio de impenitentes sustentadores de ideas materialistas y anarquistas, es lo que debemos ponderar serenamente. Hay que adelantar procesos de paz, pero bien cimentados, con decisión clara de proscribir métodos violentos, de aceptar responsabilidad de crímenes, responder ante la justicia por ellos, contribuir a la reparación de víctimas y entrar a contiendas electorales sin privilegios, acudiendo a voto popular realmente libre. De lo contrario, si se firma sin esas bases con un grupo, y quedan vivos los otros, y bien fortalecidos, seguirán estos pidiendo los mismos beneficios como condición de nuevos tratados de paz.
Hay que aceptar que no estar de acuerdo con el giro que va tomando lo que se va pactando en La Habana no es oposición irracional a la paz sino patriótica advertencia de evitar ir por camino que lleve a preparar piso no para la paz sino para prolongación de la guerra. Hay que aceptar que la oposición al proceso que se viene adelantando no es simple capricho personal frente al Presidente Santos, ni a verdadera paz, sino a un caminar en el que no se vislumbran claros horizontes. Es imposible, por ello, llegar a acuerdos cuya condición sea plegarse a condiciones inaceptables, bajo el chantaje de volver a fiera guerra en campos y ciudades. No es sensato pedir rotundamente un No sin conocer el texto definitivo de los acuerdos, pero pedir votar ciegamente por un Sí, en estas circunstancias, con campaña a todo timbal por el Gobierno, es algo precipitado y abusivo irrespeto a la Nación. Serenidad, claridad, firmeza en no aceptar condiciones que lleven a perpetuar la guerra, eso es defender racionalmente una verdadera paz.
*Obispo Emérito de Garzón
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