Crear las condiciones para que la economía colombiana crezca rápidamente, es decir, mínimo al 7% en forma sostenida, exige actuar con decisión en el campo del país.
La alta demanda de alimentos a nivel global, las posibilidades de la agroindustria, agricultura y del sector pecuario, representan inmensas oportunidades.
El desarrollo rural tiene que ocupar, entonces, un lugar central en el modelo económico de la nación.
De otro lado, dicho modelo no debe concebirse como una cartilla rígida sino como una visión consensuada.
De ahí que resulte necesario crear y convocar, apenas se inicie el próximo gobierno, el “CRECER” (Consejo para la Recuperación Empresarial y el Crecimiento Económico Rápido) con el fin de que sea el escenario de concertación con el sector productivo.
Por otra parte, debe actuarse con el criterio de que es necesario promover la producción empresarial y preservar la pequeña, de manera que coexista la una y la otra con la mediana.
El plan “COSECHAR” (Concertar seguros, estímulos y créditos para que haya rentabilidad) es la base de una política pública dirigida al sector rural.
En virtud de las conclusiones del reciente Foro Cafetero mundial, que se celebró en Medellín, los objetivos definidos por los asistentes hay que verlos no como un reto de la caficultura colombiana, ni de la Federación Nacional de Cafeteros solamente.
Se trata de un desafío nacional, toda vez que se enfrentan problemas como los bajos precios del grano, su alta volatilidad, el alza de los costos de producción, la adaptación al cambio climático y las dificultades de empalme generacional.
En esta materia, así como en otras, es indispensable una nueva visión de la política exterior, que debe mirarse como una “Diplomacia para el Crecimiento”.
Darle un orden distinto a la producción agropecuaria, al igual que al uso de la tierra, es una condición necesaria para conseguir la meta de crecer mínimo al 7% sostenidamente.
Para este efecto, se necesita un inventario nacional de tierras, con el objeto de que haya claridad sobre las características del suelo, su uso y verdadera vocación.
Así mismo, como lo ha planteado el señor Presidente de Fedegán, doctor José Félix Lafaurie, tiene que haber un censo permanente con actualización constante.
Se requiere, además, que el sistema catastral y predial sea distinto.
Con respecto al primero, su cálculo debe hacerse con base en criterios de rentabilidad, diferenciando distintas escalas de producción.
Y el predial hay que concebirlo con el fin de premiar el buen uso de la tierra y castigar el malo.
Más productividad y rentabilidad debe ser sinónimo de menos predial.
Los conceptos de Unidad Agrícola Familiar y Zonas de Reserva Campesina, dentro de una nueva concepción productiva, ameritan ser reemplazados por el de “Zonas Asociativas de Producción y Desarrollo Campesino”.
No puede haber dudas ni vacilaciones en el sentido de que el campesino tiene que ser empresario del campo y, por pequeña que sea su unidad, estar caracterizada por competitividad y rentabilidad.
En este orden de ideas, es indispensable garantizar la propiedad privada y los derechos de los poseedores legítimos de buena fe, así como crear áreas de gran desarrollo empresarial.
Adicionalmente al ofrecimiento de seguros de cosechas, y verdadero crédito de fomento, con tasas y plazos competitivos frente a los que ofrecen nuestros competidores, una de las tareas del “CRECER” será concertar nuevas condiciones para el financiamiento del sector rural.
En la misma dirección, la Corporación INNOVEMOS (Corporación Financiera para la Innovación), cuya creación debe ser el fruto de un proyecto conjunto de todas las entidades del sector financiero, habrá de ofrecer líneas especiales para el sector agropecuario.
Hay más aspectos que conviene tratar, pero por ahora, las anteriores son algunas bases del Plan “COSECHAR” (Concertar Seguros, Estímulos y Créditos para que haya rentabilidad).