Amor en el fracaso | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Marzo de 2024

Yo me he caído muchas veces y otras tantas me he levantado. Conozco el fracaso estruendoso y el dedo acusador. Y también la re-invención amorosa.

Cuando estamos en lo amargo de la derrota y se nos ha refundido el sentido de la existencia, siempre aparece una mano amiga, que nos consuela y aconseja.  ¡Nunca estamos solos! Cuando atravesamos esos desiertos existenciales escuchamos algunas voces que nos dicen que luchemos, que seamos guerreros o guerreras. ¿Será que solo podemos reconstruirnos a partir de la guerra?  Yo creo que no.

Gran parte de la historia humana que conocemos nos habla, generalmente, de luchas, peleas, asesinatos, masacres y guerras. Sí, todo ello lo atestiguamos hoy en directo a través de los medios de información. ¿Será que es la única historia que podemos contar y reproducir? Sé que también hay otros relatos, que nos permiten reconocer que hay más formas de comprender la existencia, que por demás no son nuevas.

¿Qué podemos hacer ante nuestros fracasos, para levantarnos y cumplir nuestra misión de vida? Creo que podemos ser amorosos con nosotros mismos, no guerreros, dejar de ser nuestros peores enemigos, que es lo que ocurre cuando vivimos en pie de guerra. ¿No estamos hartos de peleas y exterminios? Si es así, ¿por qué seguimos “en la lucha”, incluso en nuestra contra?

La fuerza más poderosa de los multiversos es el Amor -con A mayúscula-, pero no lo tenemos claro o se nos olvida. Tal vez nunca nos lo dijeron. Aquí y ahora podemos recuperar esa fuerza y utilizarla como trampolín para levantarnos tras las caídas.  Tenemos una actitud amorosa cuando nos comprendemos: sí, a lo mejor nadie afuera comprenda nuestro error, pero nosotros mismos sí podemos ir más allá de lo evidente y reconocer por qué caímos o recaímos, en una clara muestra de nuestra humanidad.

Igualmente, apelamos a ese Amor cuando nos abrazamos incondicionalmente. Podemos perdonar nuestros errores, reconciliarnos con nuestra historia y fluir hacia la enmienda. La principal contención que necesitamos es la propia.  Así mismo, podemos honrar nuestra existencia, reconocer nuestro lugar y tomarlo en dignidad, con fracaso y todo, con el error e incluso con los juicios ajenos.  Sin honra no avanzamos en la vida.

Levantarnos tras las caídas es también un acto de compasión, de entrega amorosa a nuestras vivencias. Ser compasivos con nosotros mismos nos permite retomar nuestra fuerza. Y desde ese lugar compasivo podemos agradecer lo vivido: la derrota, el fracaso, el juicio e incluso la exclusión. Podemos agradecer nuestras equivocaciones para evolucionar, en la aceptación de la vida tal como es.  Así, comprensión, incondicionalidad, honra, compasión y gratitud son acciones amorosas que nos permiten renacer amorosamente. El fracaso es solo parte del camino.

@eduardvarmont