* Putin se mantiene en toda la línea
* ¿Hacia una nueva guerra mundial?
No deja de ser una regresión impactante que hoy, por cuenta de Ucrania, el mundo se encuentre de algún modo en situación parecida a la de Polonia cuando estalló la segunda guerra mundial. Por entonces, hace poco más de 80 años, nadie imaginó la magnitud de la conflagración que se venía encima. Y que todavía es motivo de múltiples análisis al repasar el escenario de la época.
Por supuesto, los actores dentro de la geopolítica de hoy son diferentes. Vladimir Putin no es exactamente igual a Joseph Stalin, ni mucho menos hay un acuerdo sorpresivo y sorprendente como el que se presentó entre el comunismo ruso y el nacionalsocialismo de Adolfo Hitler para repartirse el territorio polaco. Ni tampoco se han dado convenios previos de no agresión, como el que firmó el mismo Hitler con el primer ministro inglés, Neville Chamberlain, a fin de que la invasión alemana no llegara más allá de Checoslovaquia. Con ello, y el pacto de Múnich, Europa pareció respirar en paz.
Pero como todo se quedó en el papel, Chamberlain hubo de renunciar. Fue sustituido por Winston Churchill, puesto que otros no quisieron aceptar el reto de llevar a cabo un gobierno de unidad nacional con los socialistas de Clement Atlee. De hecho, en una de las plataformas de streaming están presentando, en estos días, una película sobre aquel dramático caso que cambió la faz europea y produjo la más grande hecatombe bélica de que se tenga noticia.
El punto hoy es que Ucrania puede ser la Checoslovaquia o la Polonia moderna. En las últimas horas se han venido adelantando conversaciones entre el gobierno estadounidense de Joe Biden y Putin. Y los avances para impedir por la vía diplomática que el ruso cumpla sus propósitos de invadir el país ucraniano no están claros. Parecería, más bien, que es un viejo anhelo político de Putin y que ha encontrado la oportunidad de hacerlo justo cuando el mundo se encuentra concentrado en la pandemia del coronavirus.
Por supuesto, Ucrania no es bajo ningún motivo una nación menor en la Europa contemporánea. Aparte de tener más de 40 millones de habitantes, es una potencia nuclear, posee el tercer ejército más grande del continente y goza, pese a sus niveles de pobreza, de amplios recursos naturales. Precisamente ha de ser por ello que Putin tiene sus fauces puestas sobre ese territorio cuya capital, Kiev, tiene además un patrimonio histórico sin par. El foco, pues, ya no es solo la región de Crimea, sino todo el país, luego de que se movilizaran 40.000 soldados rusos a tres lugares de la frontera ucraniana.
Bajo esa perspectiva, Biden dio la orden de poner más de 8.500 soldados en alerta y en su última rueda de prensa cometió el yerro de insinuar que todo dependía del nivel de la invasión planeada por Putin, sobre la que en todo caso dijo que tendría una respuesta masiva. Sin embargo, no pocos analistas norteamericanos advierten que la reacción de Biden es tardía, luego de las constantes amenazas de Putin, que están al borde de convertirse en realidad.
De suyo, como Ucrania no hace parte de la OTAN, no es posible un aterrizaje directo de las tropas norteamericanas o de miembros de esta coalición militar en ese país, salvo la entrega de armas y la ayuda en inteligencia. Las medidas estratégicas están más bien dirigidas a que Putin, aparte de Ucrania, se vea neutralizado ante objetivos que pueda tener en otras fronteras, como las de los países bálticos, lo que significaría una conflagración de mucho mayor alcance y de consecuencias impredecibles.
Por lo pronto, es claro que el objetivo de Putin es invadir o predominar sobre Ucrania con un gobierno títere, lo que ya de por sí cambiaría todo el ajedrez geopolítico de la zona. Pero también pretende constatar que la reacción de los aliados occidentales va a ser verdaderamente mancomunada. En ese orden de ideas, la posición alemana, tras la salida de Angela Merkel del gobierno, ha sido más bien independiente de los Estados Unidos y en estas horas se ha considerado al presidente francés, Emmanuel Macron, como un mediador factible una vez dijo hace unos días que Europa debería entablar directamente conversaciones con Rusia. Es decir, que por el momento la respuesta europea ha sido ambivalente frente a las pretensiones unificadoras de Biden. No en vano, Europa vive del gas ruso, lo cual demuestra a todos los países la importancia de no cejar en mantener sus activos estratégicos energéticos a buen recaudo.
La aspiración mundial, por descontado, es que Ucrania no se convierta en el punto de inflexión hacia una inimaginable tercera guerra mundial. Aunque con Putin nunca se sabe.