- Maniobra de De la Calle
- Ramírez también renunció
Los partidos que solían ser la canalización de la política en Colombia han quedado tendidos en el suelo. A los ya muchos candidatos que habían decidido presentarse a la contienda presidencial respaldados en firmas ciudadanas, se podrían sumar algunos nuevos como Humberto de la Calle -en caso de insistirse en que la consulta popular liberal se haga en marzo-, y Marta Lucía Ramírez, que ayer se deslindó de la colectividad conservadora, al igual que de antemano lo había hecho el exprocurador Alejandro Ordóñez.
La modificación de la política en Colombia, pues, es de marca mayor. Los partidos políticos han quedado prácticamente como organizaciones secundarias para dar avales y tramitar las elecciones parlamentarias y de menor rango. Pero en lo que tiene que ver con las presidenciales, la gran mayoría de la multiplicidad de candidatos existentes ha decidido bajarse del bus partidista.
Ha sorprendido, a los efectos, el precandidato Humberto de la Calle al prefigurar su derrotero radical textualmente en la derrota de Vargas Lleras y Uribe Vélez. Pese al ambiente menos polarizado que se había sentido a raíz de la visita de Su Santidad Francisco, De la Calle insiste a ultranza en dividir apasionadamente a los colombianos e intentar sacar réditos de ese fermento nocivo. Pocos en la historia nacional habían señalado un camino de tales características, reduciendo la campaña a los nombres y el personalismo, con el propósito único y exclusivo de radicalizar las posiciones y presentarse como el salvador de una prefiguración abstracta.
Al parecer De la Calle requiere de la creación de un ‘coco’ para poder sobreaguar en el escenario político. Todo el mundo sabe, desde luego, que su problema consiste en que si hay una consulta popular abierta en el liberalismo, el precandidato Juan Manuel Galán tiene todas las de ganar, ya que por lo general lo duplica o triplica en las encuestas. Del mismo modo, es claro que el denominado “gavirismo”, pese a tener todas las palancas del proceso de paz y del llamado posconflicto, no tiene el embate político suficiente para consolidarse como una alternativa de poder. Inclusive si Clara López, otra precandidata por firmas, ingresará al liberalismo, siendo ella una de las opciones más importantes en los sondeos, De la Calle quedaría muy por debajo suyo y del mismo Galán. Por ello, quien ha venido siendo el candidato oficialista del Gobierno, es decir De la Calle, no encuentra espacio para encarnar y liderar una alternativa política viable.
La esperanza del candidato oficialista está en una coalición con Sergio Fajardo y Claudia López. Son estos últimos provenientes del Partido Verde, sin embargo, el exgobernador es más proclive a ser autónomo de cualquier colectividad y por eso también está afincado exclusivamente en la recolección de firmas. En el caso de una coalición, parecería claro que De la Calle estaría en el último vagón y no sería la locomotora que pretende, al menos así lo evidencian las encuestas.
De otra parte, el “Nuevo liberalismo”, que inventó en su momento Luis Carlos Galán, ha encontrado un exponente cada vez más consolidado en su hijo Juan Manuel. Ya ha dicho este que no se dejará birlar la consulta popular liberal y que ella fue, precisamente, el instrumento que permitió que su padre regresara a las toldas liberales.
Así las cosas, es claro que la situación en el liberalismo es crítica y amenaza con un cisma que podría complicar aún más el futuro de una colectividad que hace muchos años no lleva a uno de los suyos a la Casa de Nariño.
Por los lados del conservatismo, es obvio que tiene implicaciones que quien en 2014 fue su candidata presidencial y logró más de dos millones de votos en la primera vuelta, ahora se separe de la disciplina azul. Pero también es evidente que este partido viene dividido desde hace varios años, como ocurrió en la segunda vuelta presidencial, en donde una parte de la dirigencia, la bancada y la base electoral respaldó la causa reeleccionista y otra la opción uribista. Tras la renuncia de Ramírez, le corresponderá a la cúpula partidista determinar de forma realista y objetiva definir la ruta política a seguir, no sólo en materia de si llevará a la primera vuelta un candidato presidencial propio o mejor abocará la posibilidad de hacer parte de una coalición multipartidista con aspirantes cuyas propuestas de país encajen con la visión y programa de la colectividad, sobre todo en materia de orden e institucionalidad.
Pero más allá de lo anterior, es claro que en Colombia debe hacerse un análisis crítico sobre la vigencia de los partidos, su crisis de representatividad y los riesgos de que muchos de sus más connotados nombres prefieran ir a las urnas sin su aval político.
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