El “apagón” de Facebook | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Octubre de 2021

* Urge derivar lecciones de esta crisis

* Regulación urgente de plataformas

 

Las crisis son siempre una oportunidad para derivar lecciones y, dependiendo de la certeza de estas y la capacidad de decisión de quienes las extraen, aplicar correctivos que impidan su repetición o morigeren sus efectos. El bloqueo a nivel global que registraron el lunes pasado por más de siete horas las redes sociales, plataformas digitales y otros servicios de la multinacional Facebook es, sin duda, una ocasión propicia para aplicar la señalada premisa.

Si bien no es la primera vez que un conjunto de plataformas tecnológicas de tráfico de contenidos sufre una caída, la dimensión de lo ocurrido el lunes es inédita, tanto por su duración como por la cantidad de millones y millones de personas afectadas en todo el planeta. De hecho, no pocos expertos señalaron que esta situación le evidenció al mundo que Facebook y sus aplicaciones WhatsApp, Instagram, Messenger y Oculus son, de lejos, la primera red digital de cobertura mundial. Incluso, el que las acciones de la multinacional hayan perdido un valor equivalente a los 10 mil millones de dólares en la jornada bursátil y ahora esté expuesta a demandas multimillonarias por parte de personas naturales, jurídicas y hasta Estados afectados por el “apagón”, son una prueba de cómo su funcionalidad ha evolucionado a tal grado en los últimos años que se convirtieron en la principal autopista de tráfico de datos y contenidos en el planeta.

¿Qué causó la falla global y por qué se tardó tanto en reactivar los servicios? El gigante tecnológico, en una explicación compleja y que para muchos expertos no aclara mucho, señaló que hubo problema en el proceso de “cambios de configuración de los rúters que coordinan el tráfico internet entre nuestros centros de datos”.

Como era apenas obvio, ese diagnóstico generó un profundo debate entre los entendidos, en el que es casi imposible determinar quién tiene la razón. Pero lo más importante es que también avivó una discusión que en los últimos años ha ido ganando protagonismo a nivel global: la necesidad de controles y límites al poder, cobertura y margen de acción unilateral de los gigantes tecnológicos para manejar el tráfico de información de miles de millones de personas en todo el globo.

Es innegable que en la última década la prioridad en Estados Unidos, la Unión Europea, otros gobiernos y entes multilaterales se ha dirigido a  introducir regulaciones que metan en cintura a las multinacionales y los desarrolladores de la tecnología digital y las redes de internet. Inicialmente el foco se puso primordialmente en asuntos como la tributación, las legislaciones antimonopolio, la transparencia y ética en las funcionalidades de la inteligencia artificial, los mecanismos para proteger la información privada de los usuarios y, sobre todo, herramientas para evitar que estas plataformas se conviertan en un instrumento de manipulación o influencia malintencionada en la población mundial. En el fondo, el pulso ha sido entre los límites del sector privado y la capacidad de control de las instancias públicas sobre un conjunto de servicios que, como se demostró el lunes pasado, son de uso y cobertura mundial, al punto de volverse casi que imprescindibles en el día a día de la humanidad, no solo en el tema de la interacción social de ámbito personal, sino también en las actividades rutinarias económicas, laborales, políticas, sociales, institucionales, educativas, informativas, recreativas, sanitarias…  

Ese proceso de regulación no ha sido fácil. Por el contrario, ha dado lugar a intensos debates legislativos y jurídicos sobre asuntos tan complejos como la intimidad personal, el habeas data, el derecho a la información, la naturaleza de un servicio privado de alto impacto público, la libertad de empresa, la propiedad intelectual de las aplicaciones…

Hay avances ciertamente en algunas legislaciones muy puntuales pero todavía falta mucho camino por recorrer. De hecho, ayer en el Congreso de Estados Unidos se llevaba a cabo un debate muy profundo sobre los límites de Facebook como empresa y hasta qué punto el rubro de rentabilidad financiera se estaba imponiendo a la necesidad de limitar los posibles impactos negativos del uso de las redes en niños y adolescentes.

¿Qué lecciones se derivarán de este “apagón” en las principales redes y plataformas digitales? Todavía es muy temprano para saberlo. Lo que sí es innegable es que fue tal el impacto de la caída del lunes que el debate sobre el alto grado de dependencia de la humanidad de estas herramientas tecnológicas y la creciente vulnerabilidad de las mismas se va acercando cada día más al punto de menos discusiones y más decisiones.