- Discurso del presidente Duque
- La unidad frente al anarquismo
El Gobierno dio ayer las primeras puntadas de lo que será el plan de recuperación económica y social del país. El presidente Duque, en su discurso de instalación del Congreso, avanzó en los pormenores de esa estrategia que comprenderá varios proyectos.
Lo importante es que todo ello se deberá reflejar en el presupuesto para la vigencia del 2021 (que será presentado a finales de este mes) y es ahí donde se empezarán a perfilar las principales medidas anunciadas. La ocasión de la iniciativa es, desde luego, la adecuada. El presupuesto no puede ser como los tradicionales, en los que simplemente se incrementaban, con relación a las vigencias anteriores y de manera inercial, las partidas de inversión. En esta ocasión inédita tiene que haber un programa de gasto público contracíclico de gran envergadura. Acorde con la crisis que vivimos; crisis que presumiblemente se prolongará más allá de este año, como lo sostuvo el mismo Primer Mandatario.
Las últimas cifras que se han divulgado así lo confirman. La caída de la economía durante mayo fue de -16,5%, no tan estrepitosa como en abril, pero de todas maneras altamente preocupante. Igual sucede con los guarismos de desempleo que superan el inquietante nivel del 21%.
Es probable que en el segundo semestre las cosas mejoren un poco si no hay necesidad de implantar nuevos confinamientos generales. Pero, en todo caso, la mayoría de pronósticos indica que este 2020 terminará con un dramático descenso del PIB. El Gobierno calcula que la caída de la economía será del 5,5%, pero otros observadores, nacionales e internacionales, estiman que al cierre del año podremos registrar un derrumbe del 7% u 8%.
Todo indica, entonces, que ha llegado el momento de iniciar tanto en el segundo semestre de 2020 como a lo largo de 2021 un programa de gasto público contracíclico de gran aliento. Aquellas inversiones que son intensivas en mano de obra deben recibir la prioridad requerida: construcción de infraestructura en general, programas masivos de vivienda, adecuación de riego y drenaje para el campo, y carreteras con énfasis especial en las vías terciarias que tan descaecidas se encuentran, entre otras. Así lo dejó entrever el mismo Duque, incluso prorrogando acertadamente el programa de Ingreso Solidario o renta básica hasta mediados de 2021.
Como en la crisis que llevó al New Deal, en los años treinta del siglo pasado, el gasto público tiene que ser el arma privilegiada de la gestión estatal para revivir la economía y combatir el desempleo agudo. La ejecución de las obras de infraestructura previstas en los planes de desarrollo para grandes ciudades como Bogotá y Medellín será también clave en la tarea de la reconstrucción.
Aunque ya se empiezan a escuchar voces que recomiendan tales o cuales medidas a adoptar en una nueva reforma tributaria, es evidente que esta (que habrá de llegar en algún momento) no alcanzará a estar lista para que se traduzca en ingresos fiscales adicionales en el 2021. Por lo tanto, el grueso del financiamiento del programa de gasto público contracíclico que se deba poner en marcha a través del presupuesto de inversiones públicas de la vigencia entrante, debe venir, prioritariamente, de más endeudamiento estatal. Esto es normal y no debe llevarnos a rasgarnos las vestiduras de una mal entendida ortodoxia fiscal, ni es una anomalía del modelo económico. No sería sorprendente que el nivel de la deuda pública del gobierno central se eleve hasta un 70% del PIB en el 2021. Ya vendrán tiempos mejores en los que el “rebote” positivo del crecimiento y una mejor definición tributaria (que deberá ponerle extremo cuidado a la búsqueda de una mayor cobertura y equidad, así como a una más eficiente lucha contra la evasión y un ojo avizor a las exenciones), nos permitan, ya superada la pandemia, retornar a los niveles tradicionales de la deuda pública colombiana.
Quedan naturalmente pendientes las reformas estructurales que el país necesita. La pensional, la de justicia y la mejora de la política. Pero aquí y ahora lo indispensable es enfocar todos los esfuerzos sobre la creación de empleo y regular adecuadamente las alternativas digitales. Para avanzar en esa dirección, como lo ha reclamado insistentemente este Diario, será indispensable trabajar en un acuerdo de amplio espectro, que aún está crudo, aunque el Presidente dio ayer tímidamente los primeros pasos en torno de lo que llamó un “compromiso nacional”. Uno de cuyos ejes temáticos, además, sería la protección del medio ambiente y la sostenibilidad que bien trajo a cuento.
A partir de agosto el presidente Duque empezará a transitar su tercer año de gobierno y debe apresurarse, en consecuencia, a propiciar los acuerdos políticos requeridos. Como bien lo dijo, se trata de trabajar todos unidos, sin interferencias anarquizantes.
Hasta ahora hemos tomado medidas de “primeros auxilios”. La estructura productiva y el empleo quedan tan averiadas con esta pandemia que solamente el trámite de estas reformas de largo alcance nos permitirá salir adelante como país. Por el momento estamos y debemos concentrarnos en lo urgente. Luego vendrá el tiempo de lo estructural para poder abordar el futuro con menor incertidumbre. El Presidente fijó ayer el rumbo, ahora vendrá el debate de cómo implementarlo en el presupuesto.