Los sociólogos y tal vez los historiadores y filósofos del actuar del ser humano tengan respuestas para tener en cuenta para conocer el porqué del comportamiento colectivo de una sociedad, si es que este existe. Este comportamiento orienta a un grupo según una manera de pensar de carácter colectivo. ¿Podría, de otras maneras, alguna explicación, por ejemplo del fascismo de Italia durante el “reinado”, si así puede llamarse, de Mussolini? ¿Había deseo que de él saliera, que no fuera atendido por los italianos? Fue tal la preponderancia que tuvo, que los obligó a hacer cosas que tal vez de otra manera no hubieran hecho. A la postre el mismo pueblo manejado a su arbitrio se cansó, se sublevó hasta un punto tal, que lo lapidó y colgó su cadáver para escarmiento de toda la generación que sojuzgó y también para las venideras.
Su ajusticiamiento en forma tan brutal a lo mejor tuvo razones colectivas que llevaron a sus compatriotas a vengarse en forma tan terrible y descomunal como lo hicieron. Hay que entender entonces que una es la psicología colectiva y otra la individual. Lo más probable es que individualmente las personas que participaron en tamaño crimen, si así puede llamarse lo que colectivamente hicieron, tuvieron que horrorizarse cuando se dieron cuenta de la atrocidad de la cual habían participado.
Cuentan las anécdotas, sobre el caso de un pueblo de gente tranquila y pacífica que se juntó para manifestar su inconformidad por algún procedimiento estatal. Todo estaba transcurriendo en forma más o menos tranquila; los ciudadanos pensaban sinceramente que tenían todo el derecho en sus reclamos lo cual incitó a que estos ciudadanos pacíficos se fueran calentando con la indiferencia de sus gobernantes. Los ánimos se fueron alterando y se oyeron gritos de “abajo” a las autoridades, ante las cuales estaban reclamando. Quien dirigía la manifestación trató de calmar a sus conciudadanos pidiéndoles cordura. Sin embargo los ánimos se fueron caldeando y el dirigente que gozaba de consideración y aprecio se esforzó por calmar a la gente la cual empezó a gritar expresiones inaceptables.
En el pueblo existía un muy conocido zapatero estimado y conocido por todos, de apellido Sanabria que a la postre fue su perdición, pues cuando la gente se siguió calentando y las expresiones de descontento iban subiendo de tono, quien dirigía se alarmó y pidió a todos los manifestantes con todas sus fuerzas “mueras a nadie” pero la gente entendió “muera Sanabria,” El final de la anécdota es que la gente enardecida fue a donde el querido y apreciado zapatero lo sacó de su trabajo y colectivamente dio cuenta de él. El pobre hombre murió sin saber por qué lo maltrataban y por qué lo mataron. Esta historia, cierta o verdadera, pone de presente la diferencia entre el comportamiento colectivo y el individual. Esto es lo que deben saber los políticos quiénes logran una cierta aceptación por parte de sus conciudadanos por la responsabilidad que les corresponde.