Hacia un país corporativista | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Enero de 2021

Con una ilustrada información, como suele caracterizar toda participación del Dr. Carlos Enrique Moreno, apareció el pasado domingo en el Espectador su columna titulada “Usted no me representa”

A riesgo de ser simplista, la tesis fundamental del “gran jefe pluma blanca” es que uno de los principales males de los países latinoamericanos es el corporativismo ilegítimo, esto es, una suerte de comunidades intermedias que como los gremios y los sindicatos cuentan con muy baja representación, en ocasiones con intereses personalistas y doctrinarios muy marcados y en momentos actuando bajo una mediocridad supina y que, sin embargo, construyen un diálogo de poder con el gobierno excluyendo a grandes sectores de la población.

El diagnóstico de coyuntura es irrebatible: la poca representatividad y mediocridad sindical es pavorosa, el gran sector informal no está representado en gremios ni cuenta con voces que los personifiquen y todo diálogo con un gobierno verdaderamente democrático debería atravesar el filtro de la legitimidad ampliada y verificable para evitar que pocos se abroguen la vocería general.

No obstante, el problema no es de la concepción corporativista del Estado sino, por el contrario, su falta de aplicación. El corporativismo ilegítimo no se cura con su eliminación sino con un corporativismo legítimo. Empero, éste no se construye exclusivamente de la mano de los cuerpos intermedios (iglesias, Juntas de Acción Comunal, Academia, Gremios, partidos políticos, sindicatos etc…) sino acompañado toda una institucionalidad, por decirlo así, de la mano de unas mega estructuras políticas republicanas que se compadezcan con el fortalecimiento de tales cuerpos.

De tal manera que de lo que se trata es precisamente de todo lo contrario: de fortalecer los cuerpos intermedios y edificar una institucionalidad pública apropiada. Por ejemplo, los cuerpos colegiados, el Congreso de la República, por expresa obligación constitucional, deberían estar compuesto por la representación de cupos sectoriales para los entes intermedios antes que por una representación difusa de “toda” la sociedad. 10 sillas para los empresarios, 20 para los sindicatos etc…

Exigir más cuerpos intermedios y mayor representación en los cuerpos intermedios es necesario pero insuficiente y caemos en el riesgo de lo que bien podríamos denominar el dilema de la representación. ¿Hasta cuándo un sindicato es legítimo para entablar diálogo directo con el gobierno? ¿Cuándo podemos decidir que un gremio es lo suficientemente legítimo? Eso es imposible de determinar, salvo que se quiera ser arrogante y soberbio como la CUT, Fecode, etc, que creen representar a los colombianos.

La visión corporativista del país implica que las instituciones políticas no hablen en código de individuos sino de cuerpos intermedios, que privilegie la asociación social antes que el individualismo decimonónico liberal. Recordemos que entre más representación, más democracia y así, también, más fuerte será la legitimidad.

@rpombocajiao