Henchido de poder por la soberbia que produce el dinero y las armas, este guerrillero y narcotraficante desafió a dos naciones: Colombia y Ecuador su país natal, además a medio mundo cuando se dio a conocer ejecutando de manera desalmada a los tres periodistas ecuatorianos que había secuestrado y luego a una pareja de comerciantes. Son muchos más los crímenes que este joven delincuente, de tan solo 29 años, ignorante e inculto como casi todos aquellos reclutados por la guerrilla de las Farc desde temprana edad, había cometido.
“El Guacho”, su remoquete que según el lenguaje quechua se le asignaba al jefe militar del Inca o en el lunfardo argentino se asimila al pibe o hermano de amistad, en Chile se le dice igual al compañero de andanzas y fechorías. Aunque también existió en la antigüedad un rey tiránico lombardo que abusaba de su poder con el nombre de Wuacho, tal manera que ese apodo le encajó perfectamente a ese criminal, que pagó sus culpas de la misma manera como el cobró tantas vidas inocentes.
Lo triste de toda esta historia es que en nombre de una revolución las Farc hoy convertidas en partido político, mantienen frentes activos bajo el disfraz de disidentes, que siguen delinquiendo y en especial narcortaficando, organización activa con armas que no entregaron a la ONU y comandada probablemente por altos jefes amnistiados en el proceso de paz y cobijados por la JEP, como Rodrigo Granda, Iván Márquez, “El paisa” y “Romaña” entre otros, que desde Venezuela orquestan actividades auspiciadas por el régimen de Maduro.
Este asesino dado de baja es el típico resultado de miles de jóvenes que las Farc reclutó a la fuerza o por voluntad durante más de cuatro décadas, perversa modalidad que se convirtió en norma de ellos.
Retar al Estado es una estupidez. Lo hicieron Jojoy, Raúl Reyes, “El negro Acacio”, “Alfonso Cano”, “Grannobles”, “Martín Caballero”, “Iván Ríos” y muchos otros más, algunos abatidos por las fuerzas militares, otros fusilados por sus mismos compañeros. Pero igual, Pablo Escobar y bueno, tantos criminales que nunca triunfan, pues el Estado siempre termina con el control.
La moraleja de lo del “Guacho” es otra lección mas para toda esa sarta de delincuentes, que de alguna manera terminan cayendo, bien sea perdiendo la vida, encarcelados, extraditados y quizás a los que mejor les va, escondidos para el resto de la existencia.
Total el crimen no paga, no conozco criminal triunfante, la historia lo demuestra: Al Capone, Hitler, Stalin, Saddam Hussein, Gadaffi, etc. solo por nombrar algunos, también el Chapo Guzmán, Simón Trinidad, los Rodríguez Orejuela, Ledher, en fin, larga lista. ¿Que quedó de ellos? Nada, absolutamente nada, solo dolor, muerte y ruina. El último de ellos, “Guacho”, un cruel asesino que pagó con su misma moneda.