En octubre de cada año los profesionales que nos dedicamos a promover la filosofía del cuidar al que sufre celebramos el día de los hospices y de estos cuidados paliativos. Durante todo el mes hacemos múltiples eventos académicos y con los pacientes para recordar la importancia de cuidar al otro, del alivio del dolor y otros síntomas y del privilegio de acompañar a quien padece una enfermedad terminal para darlo todo con el fin de generarle una experiencia amorosa, incluyente y sobre todo con la mayor dignidad posible hasta el final. En pocas palabras, una buena partida.
Este año el 9 de octubre se celebró el día de los hospices y los cuidados paliativos y el lema propuesto es “No dejar a nadie atrás -equidad en el acceso a los cuidados paliativos-”. Este es un año muy especial porque el mundo y la realidad cambió debido a la pandemia por el covid-19 que nos deja una profunda huella de sufrimiento, muerte y cambios sustanciales en la sociedad, la vida no será igual para muchos. Fue un año donde perdimos contacto con los demás porque tuvimos que aislarnos, muchos enfermaron gravemente, algunos sobrevivieron, otros murieron en soledad, los rituales y las despedidas cambiaron, se volvieron distantes, frías y desoladoras.
Millones de personas se infectaron y murieron. Esa fue la realidad que nos tocó. Pero hay una realidad que poco nos preguntamos y que es mi intención hoy mostrarla y reflexionar sobre ella. ¿Qué nos dejó esta pandemia? Creo que nos deja situaciones muy complejas, secuelas del aislamiento, incremento de la agresividad y por tanto de la violencia, aumento de enfermedades mentales como depresión y ansiedad, millones de niños que crecerán sin padres y sin abuelos, familias enteras que se fueron, familias que vieron afectados de manera importante sus ingresos y debieron volver a comenzar, muchas personas sufriendo y atravesando duelos complejos que tal vez nunca sanarán y sobre todo esta pandemia nos reveló las grietas profundas que tenemos como sociedad como la falta de solidaridad, bondad y compasión.
Por todo esto propongo que este año el día de los cuidados paliativos y de los hospice sea un reconocimiento al sufrimiento de cada una de las personas que en este difícil año y medio partió a causa de esta feroz enfermedad, a cada familia que aún no logra entender el para qué de la pérdida, a cada profesional que dio su vida por dar alivio al sufriente, por cada persona que vio en esta dificultad la oportunidad de innovar para acompañar generosamente hasta el final, por llevar alimento a quien no tenía, por tender la mano a quien lo necesitaba.
Quiero, a través de este espacio, reconocer no solo a quienes tuvieron el privilegio de recibir cuidados paliativos en el final de la vida cuando no había posibilidad, por ejemplo, de ser intubado y llevado a una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), pero que se fue de manera tranquila y tomado de la mano de alguien gracias a estos cuidados, sino también a quienes no tuvieron la oportunidad de recibirlos.
Estoy seguro de que la pandemia debe ahora estimularnos como sociedad a sanar y a cambiar, volvernos más solidarios, más humanos y compasivos, debemos reconstruir el tejido social y sobre todo que nadie quede atrás y que todas las personas puedan recibir acompañamiento, cuidados paliativos y compasivos cuando la vida se comience a apagar y llegue lo inevitable que esta pandemia nos mostró… La muerte que hace parte de la vida.