Ocurren en este país del Sagrado Corazón cosas bien curiosas, como la actitud de un patrullero que responde al nombre de Ángel (como caído del cielo), quien se niega a cumplir con su deber por pesar con una familia desamparada a la que le ordenaron desalojar de una invasión, y la solicitud de renuncia que hace el inefable senador Pietro Ferragamo a la señora Vicepresidente de la República porque a un hermano suyo lo condenaron en USA por llevar heroína hace un cuarto de siglo. Pero vamos al grano, como dice mi dermatóloga:
Para empezar, hemos de decir que el joven patrullero erró de profesión, pues si antes de cumplir su misión piensa si va a causar algún daño a alguien, pues entonces no va a poder trabajar. No irá a capturar en flagrancia a un ladrón o atracador callejero, porque pensará que “el pobrecito delincuente está consiguiendo con qué comer y alimentar a sus hijos”; no irá a desalojar a un invasor, porque es pobre y no tiene donde dormir; nunca increpará a un marihuanero o a un jíbaro expendedor de cannabis merodeando escuelas, ni menos intervendrá en una riña, porque no puede interferir el libre desarrollo de la personalidad de la gente. Joven Ángel: el seminario te espera, o el “agro”, a donde amenazaba con mandarnos el genial cura Pepino cuando no llegábamos a conclusiones válidas frente al par de premisas planteadas en clase. En el agro, entiendo, ahora están contratando espantapájaros y hasta agricultores para sembrar el pánico…
Con respecto al inefable senador -uno de los peores alcaldes que ha desfilado con paso fino, Ferragamo style, por la ciudad capital- diremos que se ha especializado en hacer y decir cosas que no obstante rayar con la ridiculez, suelen impactar a la opinión pública, como una forma de tirar globos en cuerda para mantenerse vigente y provocar el efecto recordación en gente que aún comulga con su Colombia Humana, partido que hasta tiene bonito nombre, pero un líder que para nada lo copia.
Aún no ha explicado de dónde salieron y qué hizo con unas bolsas negras repletas de billetes y a cambio de qué las recibió, porque un político en plena campaña no “trabaja de balde”; después se disfraza de enfermo con cáncer para irse a pasar vacaciones a la isla de Cuba, sin permiso de nadie, en plena cuarentena (a donde debió llevarse al senador Cepeda, quien dizque también tenía cáncer, pero anda como todo un Roble-do, como Petro por su casa) y seguramente allá fue donde lo convencieron los gorilones del régimen castro-chavista de que “el azúcar era más dañina que la cocaína” y al poco le tomaron foto endulzando su café con generosa cucharada de sacarosa, y últimamente le dio por pedir la renuncia a una mujer sin mácula -quien no hace milagros por pereza- por un supuesto delito de sangre.
Post-it. No quiera Dios que a un hijo del senador Petro lo vayan a vetar porque su padre fue un delincuente antes de reintentarse, para convertirse en lo que ahora es: un HP (Honorable Parlamentario).