Alejandro Gaviria: exquisito | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Septiembre de 2021

Yo quisiera ser amigo del Dr. Alejandro Gaviria. Las poquísimas veces que me lo he cruzado me ha causado la mejor impresión. Su testimonio de vida ha sido el de los valientes y el de los decentes. Intrépido, culto, tranquilo, pausado, reflexivo, ameno y consciente de los límites del ser humano. ¿Qué más se le puede pedir a un amigo político? Su obra titulada “Alguien tiene que llevar la contraria” bien leída y entendida, fácilmente podría convertirse en fuente de inspiración ideológica conservadora, que es la doctrina que yo profeso.

El anuncio de su candidatura constituye una bocanada de alegría y de optimismo para cualquier demócrata. Sus argumentos suelen ser elevados, poco comunes y muy bien fundamentados. Su trayectoria profesional es digna de admirar, cuenta con pergaminos de desempeño y labor. Pareciera ser franco, leal y compasivo. Su visión de pareja, amistad y familia denota dignidad y calor humano. En términos de la jerga cachaca de la época, podríamos decir que “es un pisco exquisito

Pero una cosa es querer ser amigo del Dr. Alejandro, y otra cosa muy distinta, votar por él. No lo voy a apoyar porque es y representa la perfecta oposición política que yo aspiro a simbolizar. Las diferencias son muchas e igualmente exquisitas. Enuncio tan solo algunas.

  1. A los conservadores nos encanta el orden comunitario para alcanzar la plenitud de las libertades personales. Para eso creemos que el Estado debe ser fuerte pero pequeño y limitado. El Dr. Gaviria pregona el intervencionismo estatal como concepción humana de la existencia.
  2. El quiere redistribuir la riqueza, con loables principios de justicia redistributiva y equidad. A nosotros nos gusta hablar de generar riqueza para hacer de la pobreza material la excepción.
  3. Su desvelo, su afán, es la redistribución; el nuestro, la creación de riqueza y oportunidades.
  4. Su convicción se la juega por una igualdad material ante la vida, nosotros por una igualdad de oportunidades.
  5. A él le gusta el subsidio, a nosotros la cultura del mérito personal.
  6. El cree en la distribución a través del Estado, nosotros a través del mercado.
  7. El cree en un Estado de Derecho doblemente dialogante en el que mucho se dialogue tanto para crear como para aplicar la ley. Nosotros creemos en un profundo debate democrático, incluyente y pluralista para hacer la norma y en muy poco diálogo para aplicarla. De esa manera evitamos el famoso “¿usted no sabe quién soy yo?”
  8. Él se inclina por la inmanencia, una suerte de existencia atea entre la nada y la nada. Nosotros creemos en una cosmogonía del equilibrio existencial: inmanente y trascendente.

@rpombocajiao