Debemos darnos por bien servidos en cuanto a los aconteceres nacionales que nos permiten continuar optimistas en cuanto a la marcha del país. Las cosas que suceden no son nada extrañas y propias de los aconteceres que suelen suceder. A veces les ponemos mucha tiza, como suele decirse, aquí entre nosotros, cuando se quieren exagerar sucesos de común ocurrencia. Quienes tienen que ocuparse de ellos a veces nos dejan un poco a la expectativa pues se espera que con amplios conocimientos de lo sucedido, nos expliquen con detenimiento y claridad sobre lo que ha sucedido, pero no, nos quedamos siempre esperando y nos quedamos en las mismas.
En cuanto a las llamadas chuzadas, que no es más que un bogotanismo por indicar el uso de un chuzo que es el acto de punzar o pinchar, utilizado para significar, el acto de interferir los teléfonos ajenos. Con fines protervos hechos de los cuales se ha hablado últimamente; algunos militares de alta graduación han sido señalados como autores de estos desagradables hechos. Este en realidad es un sistema de uso muy frecuenta no solamente entre nosotros, sino también en otros países y sociedades en los cuales se quiere saber con intenciones inconfesables, que están pensando y diciendo, amigos y enemigos; con esta información mal obtenida proceder en una forma o en otra.
El ciudadano común no se explica, lógicamente hablando, qué se proponen quienes así actuaron. ¿Qué interés podrán tener los militares en saber lo que están hablando ciudadanos que bien pueden tener objeciones a los asuntos del estado o a la manera como éste se está manejando? Los órganos previstos en la Constitución, la nuestra, son los foros adecuados para que en su seno se discutan los temas que atañen la sociedad en general; para bien o para mal. La publicación que hiciera la revista Semana, fue un baldado de agua fría para el ciudadano común y corriente que no acaba de entender por qué los militares, según los informes, tienen que interceptar teléfonos y averiguar lo que las ciudadanía está opinando. Lo cierto es que a raíz de las publicaciones de Semana, se presentaron algunas alteraciones en la conformación de los mandos militares encargados de manejar este cuerpo tan importante para la vida del país.
El señor ministro de Defensa se sintió obligado a informar al país con respecto a estos hechos. Para ello fue interrogado, la semana pasada, el 14 de enero, por un avezado periodista. Pretendió pedir explicaciones y comunicar a los oyentes y de paso al país. Muy mala suerte tuvimos todos quienes lo escuchamos; esperábamos una explicación clara y terminante con respecto a lo que se venía conociendo. Según sus respuestas, no estaba al corriente de lo que estaba sucediendo; con una demostración de gran desparpajo nos dio su informe con respecto a los hechos. Mal puede hablarse de un contubernio despreciable con fuerzas oscuras del cuerpo que goza del afecto de los colombianos.