Los problemas que está generando la implementación del acuerdo Santos-Timochenko se habían advertido.
Con el fin de evitarlos, y de conseguir un apoyo mayoritario a lo convenido, fueron innumerables las ocasiones en que se propuso un gran entendimiento para la paz.
La idea era modificar algunos puntos del dicho acuerdo, con varios propósitos.
El primero consistía en escuchar la voz de los colombianos que se expresaron, mayoritariamente, en favor del no en el plebiscito.
De otro lado, se buscaba, gracias a lo anterior, que el respaldo congregara al mayor número de colombianos.
En tercer lugar, el anhelo pretendía que, una vez hechas las reformas del caso, todas las fuerzas apoyaran el desarrollo del nuevo texto.
Finalmente, se apuntaba a que el contenido final estuviera aislado de la batalla política que estaba a punto de iniciarse.
Infortunadamente, ese sueño patriótico no se alcanzó.
Sin embargo, la esperanza sigue viva.
Iván Duque ha logrado resucitarla, planteando que los cambios serán el producto de un acuerdo nacional.
Así lo dijo, con toda claridad, en una entrevista que le hizo recientemente el diario El Tiempo, no sin antes insistir en el cumplimiento de los deberes que tendrá como jefe del Estado en materia de conducción de la fuerza legítima de la nación para defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos.
La importancia de ese planteamiento debe subrayarse, especialmente ahora, cuando el país se apresta a elegir el nuevo presidente de la República.
Las reformas al acuerdo para mejorarlo y garantizar su estabilidad en el tiempo son necesarias.
De lo contrario, los hechos que están ocurriendo, los incumplimientos, y las falencias de varios aspectos lo harán trizas.
No se trata de que Duque quiera acabarlo, como dicen falazmente, sus contradictores.
El propósito es buscar, gracias a coincidencias patrióticas, un contenido que pueda gozar del apoyo de todos.
Para que no haya dudas, el mismo candidato señaló, detalladamente, aquellos temas que requieren reformas.
Su actitud es otra evidencia de la decisión que tiene de luchar contra el delito, combatir la corrupción, garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, y unir la nación presidiendo un gobierno de todos y para todos.
El mensaje de unidad, esperanza, legalidad, emprendimiento y equidad, está convocando la voluntad de los electores.
La gallardía con la que se refirió a los otros candidatos, el 27de mayo, le inyectó más contenido a la idea de “soluciones, no agresiones”.
Así se siente en las calles y plazas de los municipios colombianos.
Lo que se percibe es ilusión, fe en la capacidad transformadora de un programa que se elaboró participativamente en todos los departamentos, escuchando a la comunidad, analizando los planteamientos de técnicos en las distintas materias de interés nacional, y que ha recibido ya significativo apoyo, tanto en la consulta como en la primera vuelta.
Estamos de cara a una gran oportunidad para el país.
Esta se tuvo cuando ganó el NO, pero, infortunadamente, dejó de aprovecharse, como era debido, por la arrogancia de los negociadores de los dos lados de la mesa.
Ahora resucita, merced a la visión de Iván Duque.
Llegó la hora del tan esperado acuerdo nacional para la paz.