A pesar de que las elecciones próximas que son precisamente aquellas en las cuales los ciudadanos vamos a elegir a los funcionarios que van a estar más próximos a nuestras actividades diarias, no parece que haya mucho entusiasmo. Los elegidos gobernadores, alcaldes y concejales no serán los que la mayoría quiere que sean. Ojalá la abstención no sea grande. Conducen a ella, razones que casi que se pueden calificar como una manera de expresión de los colombianos; ha sido una constante en las elecciones pues no hemos podido llegar a hacer del voto algo más que una opción lejos de ser una obligación ciudadana y una reverencia a la democracia que es optativa ejercerla o no. Hacerla obligatoria es una amenaza a la libertad de expresión, dirán algunos.
Si se hace un simple análisis matemático resulta ser que si la abstención llega al cincuenta por ciento del censo electoral y resulta elegido quien obtenga la mayoría de los que votan, es decir el veintiséis por ciento de los que se presentan a las urnas, quien resulte electo, tomando en consideración el porcentaje de abstención lo será por el doce y medio por ciento del potencial electoral y así podemos hablar de la dictadura de la democracia. Si las estadísticas de las cuales se habla resultan acertadas, el candidato que más favorabilidad tiene resultará elegido como alcalde de la ciudad de Bogotá por el veinticinco por ciento de los votantes o sea con el doce o trece por ciento de la capacidad del registro electoral. Y así seguimos hablando de la representatividad del elegido cuando a la hora de la verdad no coincide con la capacidad de votación. Mientras la capacidad de votar sea una opción que tiene el ciudadano de la cual puede hacer uso o no, la representación ciudadana de los elegidos resulta precaria.
La reforma constitucional, de la cual estamos gozando actualmente, tiene aspectos buenos y otros que nos permiten pensar lo contrario, la elección de alcaldes y gobernadores cuya designación era facultad propia del Presidente de la República se cambió para hacer venia a la democracia, para que hoy por hoy estos mandatarios sean elegidos como queda dicho atrás. Así podemos elegir a alcaldes de tan grata recordación como Gustavo Petro, por ejemplo. Pero ha sido tan lamentable la escogencia democrática que buena parte de alcaldes y gobernadores están bajo la jurisdicción de la justicia por desempeños muy particulares en sus tareas.
Las próximas elecciones con seguridad que le darán motivos de reflexión a los electores. La democracia es buena por principio; así los ciudadanos manifiestan por quienes y como quieren ser gobernados, pero lo que tenemos ahora con algunas excepciones que hacen honor a los ciudadanos que los eligieron, no nos ofrece razones para ser optimistas. Por tal razón la presencia ciudadana va a ser menor que lo que se pudiera esperar, la abstención se va a manifestar o no votando o haciéndolo en blanco. Lo que resulte va a ser malo para la democracia.