Entre Puerto Gaitán y San Martín (Meta) se espera introducir de 10 a 15 caimanes del Orinoco (Crocodylus intermedius), los cuales serán monitoreados a través de telemetría vía frecuencias radiales para aumentar la población y conocer el uso del hábitat de la especie.
Luego de la primera liberación exitosa de cuatro cocodrilos que se instalaron a orillas de los ríos Guayabero y Lozada, en la Sierra de La Macarena, se obtuvo información importante sobre sus desplazamientos y uso del hábitat, para organizar una nueva liberación con mayor cantidad de individuos.
Este proceso es liderado por la profesora María Cristina Ardila, del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional (U.N.) y cuenta con el apoyo de la Estación de Biología Tropical Roberto Franco –que dirige el profesor Pedro Sánchez– y Cormacarena, la autoridad ambiental de la región.
En esta oportunidad se visitaron cinco zonas y se estudiaron las potencialidades de cada una para sostener una población. Al elegir el río Manacacías (Meta) como lugar apropiado para llevar a cabo la introducción se tuvieron en cuenta aspectos como disponibilidad de presas, competidores, presencia de personas o de actividades que puedan afectar el hábitat
Según explicó Rafael Moreno, biólogo de la U.N. se espera que la liberación se pueda llevar a cabo en los próximos meses. En la primera parte del proyecto se liberaron igual cantidad de machos y hembras (2:2), puesto que el enfoque era observar el comportamiento en vida silvestre.
En esta ocasión, el objetivo es restablecer una población, por lo que se mantendrán las proporciones sexuales que existen en la naturaleza y se liberarán tres núcleos poblacionales, cada uno con un macho y tres o cuatro hembras.
“La primera liberación fue un piloto para saber cuál era el área de acción de cada cocodrilo. Con esos datos ya se puede organizar una liberación lo más adecuada posible, teniendo en cuenta el espacio que necesita cada uno de los individuos”, explicó el biólogo Moreno.
Machos de igual tamaño
Entre los aprendizajes obtenidos está que los machos que sean liberados deben ser relativamente grandes para que logren establecerse en un territorio que puede abarcar hasta cinco kilómetros de río, proteger a sus hembras y todos los recursos que tiene en su hábitat, y así evitar que se conviertan en machos errantes.
En la Sierra de La Macarena observaron que Federico –uno de los machos, que mide tres metros de longitud– demostró tener todas las capacidades para mantener su territorio por más de dos años, aún con la presencia de cocodrilos de tamaños similares e incluso más grandes.
Para esta nueva liberación los machos tendrán un tamaño similar, y para sostener poblaciones grandes en un corto periodo se liberarán hembras que estén en edad reproductiva, es decir con un tamaño aproximado de 1,80 metros.
Los animales serán monitoreados a través de telemetría vía frecuencias radiales en la banda del espectro electromagnético VHF y el objetivo es seguir entre el 40 % y el 50 % de los individuos introducidos.
“Continuaremos con el monitoreo de su supervivencia y recolectando datos que nos permitan entender más sobre sus movimientos y el uso del hábitat”, agrega el investigador Moreno, experto en este tipo de seguimientos.
La especie Crocodylus intermedius se encuentra en peligro de extinción. Durante el estudio de la zona, los investigadores se encontraron con especies como la babilla (Caiman crocodilus) y el caimán enano (Paleosuchus palpebrosus), y aunque se estima que sí hay presencia de cocodrilos, se da en densidades muy bajas.
El proyecto también incluye trabajo conjunto con las comunidades, por lo que se indagó para qué usan el río, con el fin de implementar planes de manejo de acuerdo con las necesidades y así prevenir el conflicto humano-cocodrilo.