Crisis en Nicaragua, prueba de fuego para Biden en A. Latina | El Nuevo Siglo
UNA DE las detenciones, la de la periodista y candidata presidencial Cristiana Chamorro, generó repudio por parte de la comunidad internacional contra el gobierno de Daniel Ortega
Domingo, 13 de Junio de 2021
Redacción internacional

EL NUEVO capítulo de autoritarismo en Nicaragua, que en los últimos días se tradujo en la detención de candidatos presidenciales de la oposición al gobierno de Daniel Ortega, sin lugar a dudas pondrá a prueba al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, quien prometió defender la democracia en América Latina con un enfoque diferente al de Donald Trump.

Por eso la región observará atentamente los pasos que tome Biden frente al mandatario nicaragüense, cuyo gobierno detuvo en los últimos días a cuatro precandidatos presidenciales opositores, de cara a las elecciones que se llevarán a cabo el próximo 7 de noviembre y en las que, como es previsible, el actual mandatario de izquierda buscará a toda costa un cuarto mandato consecutivo. 

Una ofensiva así no se ve desde las dictaduras militares de los años setentas y ochentas en América Latina, señalaron analistas, razón por la cual varios de ellos se han referido a esta como una prueba para la Casa Blanca.

Ante estos hechos Washington respondió sancionando a cuatro funcionarios nicaragüenses, incluida una hija del Presidente. El Departamento de Estado dijo que consideraba a Ortega "un dictador" y prometió ejercer más presión.

Pero Trump también impuso sanciones en Nicaragua, así como medidas punitivas contra Venezuela, en donde otro gobierno de izquierda, el de Nicolás Maduro (que lidera el país desde 2013), ha visto intensificarse la presión estadounidense luego de asumir un segundo mandato hace dos años tras una cuestionada reelección.

Geoff Ramsey, de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), un grupo de investigación que promueve los derechos humanos, dijo que Biden aún tiene que demostrar cómo "se distinguirá de las fanfarronadas de Trump".

"En la campaña electoral, Biden criticó a Trump por priorizar la retórica dura sobre una estrategia realista. Ahora es el momento de que el gobierno implemente una estrategia que combine la presión dirigida con el compromiso inteligente de forma de que realmente haya avances", señaló.

También de acuerdo con Ivan Briscoe, director del programa para América Latina del International Crisis Group, el gobierno de Trump se equivocó en Venezuela al hacer demandas imposibles a Maduro, tales como exigirle que se fuera. No lo hizo y pocos altos cargos desertaron.



"Si hay más sanciones en Nicaragua, es necesario mantener la puerta abierta a negociaciones que no se refieran únicamente a que Ortega, su familia y sus aliados se rindan y cedan el poder", opinó Briscoe. "Si esa es la exigencia, claramente Ortega se va a resistir".

Ahora bien, en el caso nicaragüense hay un punto que se debe tener en cuenta: es un país que económicamente depende mucho más de Estados Unidos que otras naciones a las que se le han puesto sanciones como Venezuela, y al constituirse como el segundo país más pobre de América después de Haití, Biden seguramente rechazará cualquier medida que pueda desencadenar en una mayor migración hacia el norte.

Y más aún ahora, cuando la Casa Blanca ya enfrenta críticas por el flujo de solicitantes de asilo de países tales como Guatemala, Honduras y El Salvador. 

¿Cambio de tercio?

Pero exceptuando el abordaje de la inmigración de Centroamérica, la administración Biden ha hecho pocos cambios con respecto a la política de Trump en la región.

Frente a Venezuela, Estados Unidos atenuó la retórica pero sigue reconociendo al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino y las sanciones se mantienen.

Hacia Cuba, donde Trump recrudeció el embargo vigente desde 1962 en pos de un cambio de régimen, el secretario de Estado, Antony Blinken, tampoco parece proclive a revertir la decisión de último minuto de la pasada administración que volvió a declarar a la isla comunista como un estado patrocinador del terrorismo. 

Los cubanos-estadounidenses, y cada vez más los venezolano-estadounidenses, muchos fervientemente opositores a los gobiernos de sus países de origen, son una fuerza importante en la Florida, un estado políticamente crucial y en donde Donald Trump logró grandes avances entre los latinos en las últimas elecciones.

Martha Lorena Castañeda, una nicaragüense-estadounidense radicada desde 1984 en Washington, advirtió que su país natal podría convertirse en una nueva Cuba o Venezuela si Ortega es reelegido. 

"Sería fantástico que Estados Unidos interviniera para ayudar, por ejemplo, enviando observadores para evitar corrupción en las elecciones. Muchos países deberían unirse para ayudar y Estados Unidos debería tomar la iniciativa", propuso Castañeda.

¿Efecto dominó?

Punto aparte, Estados Unidos tiene un pasado difícil con Nicaragua y ese es un contexto que ahora más que nunca debe entrar a colación.

La Casa Blanca de Ronald Reagan financió clandestinamente a los rebeldes de la Contra en la década de 1980, que lucharon sin éxito para derrocar al gobierno sandinista de izquierda del que es Ortega.

Washington trabajó a regañadientes con Ortega después de que el exguerrillero fuera elegido para volver al poder en 2007 y se reformuló acercándose a los empresarios a pesar de su retórica marxista. 

Ryan Berg, investigador del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), dijo que más allá de las sanciones, es hora de tratar de romper los lazos de Ortega con "la clase empresarial rica de dos caras".

"El mayor garrote es la suspensión de Nicaragua del CAFTA-DR (el pacto de libre comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana) sobre la base de la cláusula democrática", afirmó. "Esto haría que la gente del COSEP (Consejo Superior de la Empresa Privada) sintiera que su pan está en juego".



Según los expertos, otros líderes con tácticas de mano dura, como Nayib Bukele de El Salvador y Juan Orlando Hernández en Honduras, estarán prestando mucha atención a los pasos que dé Washington.

"Si no se intenta encontrar una solución a los déficits democráticos en Nicaragua, podría haber una especie de efecto dominó en otros aspirantes a autócratas de la región", dijo Berg. "Sería un gran golpe para Biden, que promueve la democracia, dejar que esto suceda tan cerca de casa".

El reto para la Casa Blanca, por todo lo previamente mencionado, no es menor. ¿Qué pasará? Nadie lo sabe pero una cosa es clara: "No hay combinaciones mágicas de zanahorias y garrotes que puedan desalojar fácilmente a los regímenes autoritarios arraigados en la cuenca del Caribe", como bien hizo en expresarlo Richard Feinberg, profesor de la Universidad de California en San Diego, en alusión a los "casos problemáticos de Nicaragua, Venezuela y Cuba"./AFP