Colombia alberga alrededor del 50 % de los páramos del mundo en las montañas andinas (cordilleras Occidental, Central y Oriental) y en la Sierra Nevada de Santa Marta. Sin embargo estos continúan siendo ecosistemas desconocidos, ya que la mayoría de los estudios sobre ellos se han hecho a gran escala -de cuenca o paisaje- y pocos sobre las especies.
“Se sabe poco sobre el número de comunidades de plantas que existen, bajo qué mecanismo se asocian y cuáles son sus funciones específicas dentro de la relación agua-suelo-vegetación a pequeña escala (procesos ecohidrológicos)”, menciona María Elena Gutiérrez Lagoueyte, doctora en Ecología de la Universidad Nacional (UNAL) Sede Medellín e integrante del grupo de investigación Hidrología y Modelación de Ecosistemas.
Para hacer más detallado el conocimiento de estos lugares, durante más de 30 meses se trabajó en el Parque Nacional Natural Los Nevados, en Caldas, en donde se evidenció cómo se agrupan las plantas en comunidades, y cómo influyen sus doseles (las copas), tallos, raíces y suelos en el ciclo del agua.
“Los páramos, más que ‘fábricas’ de agua, son reguladores. Un río –su balance hidrológico– es resultado de ‘pequeños pasos’ que ocurren entre la atmósfera, las plantas de ecosistemas como los páramos y el suelo”.
Junto a 18 estudiantes y biólogos, ingenieros forestales y ambientales, la investigadora recorrió diversas áreas ubicadas en alturas entre 3.800 y 4.300 msnm. Allí delimitó por parcelas (58 en total, de 25 m2 cada una) las zonas del paisaje en las que, a simple vista y según estudios previos, dominaban ciertas plantas.
Luego registró cada una de las especies presentes y su cantidad, definiendo así 5 comunidades:
Cojín: la forma de crecimiento más abundante, con una predominancia del 69 % de plantas en cojín Plantago rigida.
Pajonal: con una predominancia del 80 % de pastos en macolla, en su mayoría de la especie Calamagrostis effusa.
Pajonal con frailejones: con una predominancia del 44 % de pastos en macolla y un 30 % de frailejones o rosetas con tallo, de la especie Espeletia hartwegiana.
Arbustal con pajonal: 47 % arbustos de especies como Diplostephium schultzii y Pentacalia vernicosa.
Mixtas: con abundancias similares de cojines, pajonales, rosetas con tallo y arbustos.
“Aunque aún no tenemos muy claro por qué se da una forma tan homogénea, una hipótesis es que lo que vemos ahora es producto de que durante muchos años esta fue una zona ganadera, y en la década de 1960 inició un proceso de recuperación natural cuando fue declarada como Parque Nacional. Quizá los sitios más alterados son los que tienen una vegetación más uniforme e incluso una menor riqueza o cantidad de especies”, señala la investigadora.
¿Cómo interactúa cada planta con el agua?
Para saberlo, durante 24 meses se monitorearon las estaciones de medición de clima, suelos y flujos hídricos. Así mismo, se registró cuánta lluvia cae en la zona, la humedad relativa del aire, la radiación solar y el viento. Acerca de las plantas, con herramientas especializadas (similares a unas pinzas) se midió cuánta agua se pierde a través de la superficie de las hojas (transpiración) y cuánta se pierde sobre el dosel (interceptación); y en el suelo, mediante sensores instalados a distintas profundidades (en la zona de raíces finas), se monitoreó su humedad.
Uniendo todas estas variables se concluyó que la comunidad de pajonal con frailejones es la que deja pasar mayor cantidad de agua hasta la superficie del suelo.
“Los frailejones son las plantas de páramo más altas, tienen un área de copa mediana y en su parte foliar tienen indumentos, unos ‘pelitos’ que hacen impermeables a las hojas: el agua de la atmósfera se deposita allí, y por la gravedad se va escurriendo hasta el suelo sin desperdiciar casi ninguna gota. Además, las hojas muertas quedan adheridas al tallo, lo que deja un ‘vestido’ impermeable adicional”, explica.
En el otro extremo están los cojines, las plantas que más agua almacenan en su parte aérea, pues por encima del suelo forman una estructura densa con sus hojas secas. “Aunque la cantidad de agua que ingresa directamente al suelo es más baja, este permanece con niveles altos de ella gracias al efecto aislante del cojín. Esta función de regulación de la humedad es muy importante, sobre todo para las épocas de menos lluvia”, agrega.
También observó que en todas las comunidades, a 5 cm de profundidad, la humedad del suelo es alta, disminuyendo a los 15 cm, más aun, a los 30 cm, y aumenta de nuevo a los 80 cm, un hallazgo que brinda luces adicionales sobre la dinámica del agua en el suelo, es decir, sobre el funcionamiento de estos ecosistemas como reservorios del vital líquido.
“Esta información es crucial para elaborar correctamente políticas de manejo, conservación y restauración. Entender la función de cada elemento permite planear las acciones de recuperación de las coberturas de vegetación de páramo después de una intervención, como por ejemplo un incendio”, afirma.
“Además, estos hallazgos plantean una reflexión para las autoridades ambientales, pues muy cerca del Parque aún hay suelos con otros usos productivos como la ganadería, lo que también afectaría sus funciones a pequeña y gran escala”, concluye.