No en pocas ocasiones hemos advertido desde estas páginas que uno de los grandes problemas en materia de productividad legislativa tiene que ver con la falta de control de los partidos sobre el número y la calidad de los proyectos de ley y acto legislativo que presentan los parlamentarios , sobre todo al inicio de las respectivas legislaturas. Lamentablemente las colectividades no han introducido ningún tipo de filtro para cualificar sus iniciativas legislativas y por ello es que, constantemente, se presentan polémicas al interior de las bancadas porque los proyectos presentados por algunos de sus integrantes no tienen el apoyo o incluso van contra la misma plataforma ideológica de sus respectivos partidos.
Entre jueves y viernes de esta semana, cuando arrancó la última legislatura del actual cuatrienio presidencial, hubo una avalancha de anuncios e incluso radicaciones de proyectos en Senado y Cámara. Aunque todavía es muy temprano para evaluar la pertinencia y utilidad de los mismos, es claro que debería existir un previo visto bueno de las directivas y jefes de bancadas sobre el tipo de iniciativas que se quiere impulsar, sobre todo en una legislatura que no solo seguirá enfocada, en su primera parte, en la implementación normativa del acuerdo de paz, sino que, además, estará cruzada por la campaña electoral para los comicios de Congreso en marzo próximo. Esas dos circunstancias obligan a priorizar la agenda legislativa y destinar la mayor cantidad de tiempo de las comisiones y las plenarias a la discusión de proyectos que sean realmente útiles y necesarios.
Como lo hemos recordado, en algunos regímenes parlamentarios o incluso presidencialistas de otros países, la disciplina partidista es mas exigente, a tal punto que toda iniciativa presentada por algún senador, representante o diputado o asambleísta, según sea el caso, tiene que llevar el aval obligatorio de la colectividad a la que representa, sin lo cual no se permite su trámite. Esta circunstancia es la que permite que todos los proyectos tengan coherencia con las respectivas plataformas ideológicas y programáticas de los partidos, sin que por ello se diga que hay una limitación a la iniciativa legislativa delos parlamentarios. Es allí en donde se configura un verdadero régimen de bancadas.