De Solón a Núñez | El Nuevo Siglo
Rafael Núñez, con la pluma y la palabra, consigue persuadir a sus contemporáneos de refundar la República bajo un esquema de Libertad y Orden, tal como reza la consigna en nuestro escudo nacional. / Imagen histórica
Viernes, 10 de Mayo de 2024
Alberto Abello

Es tan interesante, singular y excepcional la figura de Rafael Núñez en nuestra narrativa política, que se le compara, en cuanto a sus ejecutorias y al valioso aporte a la elevación del nivel socio-político de sus compatriotas, con el sabio griego Solón.

 

 

Como este último, Núñez busca por la vía de la educación y la política enriquecer la cultura. Como Solón, libera los esclavos en Cartagena. Como a Solón, se le exalta por sus poesías. Como Solón, es un estadista eximio al servicio de nobles ideales. Como Solón, está contra la anarquía y por el rescate de nuestra democracia. Y, finalmente, como Solón, a Núñez se le reconoce la paternidad de la democracia moderna, bajo el imperio de la ley que garantiza la Constitución de 1886.   

Para Núñez la política es una de las más nobles actividades humanas, más cuando se pone al servicio de una causa excelsa de regeneración moral y de rescate de la tradición y el alma nacional. Es alérgico por naturaleza al bochinche, la vana palabrería y la demagogia populachera. Le repugnan los demagogos demenciales que conducen a los pueblos al abismo y al choque sangriento en la contienda incivil.

Núñez exalta como político el valor eximio de la libertad de pensamiento y de opinión que ejerce a través de sus escritos, en los cuales persuade a los colombianos del positivo avance de respetar la ley y esforzarse por elevar el nivel moral de la contienda política. La Regeneración es un elemento moral de carácter subjetivo, mediante el cual se propone fortalecer el carácter nacional y centrar la política en obras positivas de gobierno, en un medio en el que prevalecen la anarquía, la demagogia, el odio y la tendencia a dirimir la contienda política mediante el choque de sables en el campo de batalla. 

No a charlatanería

Si bien la pluma es el arma predilecta del Regenerador y, en cierta forma, le repugna la charlatanería de los parlamentos, en privado suele ser un rico y persuasivo conversador, que consigue derrumbar barreras en apariencia inamovibles y atraer a su causa a los, en apariencia, más duros adversarios.

Es así como la crónica bogotana lo recuerda de parlamentario panameño en Bogotá, intentando moderar la tendencia a la disgregación de algunos de sus contemporáneos federalistas. Una y otra vez procura explicarles a sus contemporáneos admiradores de los Estados Unidos, que ellos tuvieron que unirse en una confederación y posteriormente en federación, por cuanto estaban separados y esa resulta la mejor vía para encontrar la unidad política. Al contrario de nosotros, que estábamos unidos, en general, menos los reductos indígenas que se mantenían en el aislamiento, siendo ese una de los motivos de su estancamiento casi generalizado.

Por lo demás, entendía que, en un país tan variado geográficamente, los ríos en ocasiones nos separan en vez de unir. Ni qué decir de las cordilleras, ni la diversidad del clima o la naturaleza del terreno tan desigual y, a veces, casi que hostil a la civilización. Así que dividir lo que venía unido por trescientos años, le parecía un grave dislate. Prefería Núñez la república central, en los territorios de la antigua Nueva Granada, dado que muerto el Libertador Simón Bolívar y asesinado el mariscal Antonio José de Sucre, no había quien los sustituyese en el prestigio suramericano, logrado en la victoria militar contra España, ni en los elevados principios de unidad y garantías democráticas que ofrecía la Gran Colombia. Además, ambos mueren en tiempos en los cuales gobernaban antiguos colegas, que, precisamente, en algunos casos eran federalistas para mostrar que estaban en contra de los principios unitarios que estos dos héroes defendieron hasta con sus vidas.

Incluso, en la misma Convención de Ocaña de 1821, en la que se enfrentan los partidarios del Libertador a los convencionistas que siguen a Francisco de Paula Santander, éste asiste a ese conciliábulo y, como dice Bolívar en su correspondencia, se dedica a ofrecer prebendas y gajes de todo tipo para conseguir votos; en tanto, desde la comisión de credenciales, se encarga de cerrarles el paso a valiosos políticos del campo bolivariano, como lo hizo con Miguel Peña. Fuera de favorecer los brotes de sarampión federalista. Mientras el Libertador, que en el fondo era un tanto alérgico a las asambleas, prefiere quedarse en Bucaramanga, a la espera de los resultados de las ocurrencias de Ocaña.

Al final, en Bogotá, el Libertador sufre de hastío y un par de veces sobrevive a intentos de asesinato de los que le salva Manuelita, que tiene un pequeño ejército de informantes que la mantienen al tanto de las conspiraciones que se ensayan contra el padre de la Patria.

En tanto, el gobierno del general Rafael Urdaneta, acompañado de Manuelita Sáenz, tras derrotar a un puñado de militares contrarios al Libertador, consigue mantener por un tiempo desde el poder el precario sistema unitario a la espera de que el Libertador retorne a Bogotá. Mas la salud moral y física del gran hombre había quedado seriamente afectada desde la conspiración septembrina, esto al conocer la ingratitud y la felonía de algunos políticos y militares que estuvieron a punto de asesinarlo, como lo hicieron con su edecán William Ferguson. Así que, tras recibir la noticia del asesinato de Sucre, cuando navegaba por el Magdalena, un Bolívar conmovido hasta las lágrimas de inmediato atribuye el horrendo crimen a los generales José María Obando y Juan José Flores. Entonces lo único que desea con ardor es abandonar América. Esa vieja historia de la pasión y muerte del Libertador, la sabe de memoria Rafael Núñez desde su adolescencia.

Sentencia de Maquiavelo

Rafael Urdaneta sucumbe bajo el asalto de los antiguos realistas del Cauca, conducidos por José María Obando y José Hilario López. Urdaneta figura entre los generales más capaces de cuantos siguieron a Bolívar. Aunque abandona el país y con el tiempo ocupa la presidencia de Venezuela.

Mientras Colombia al irse el Libertador al otro mundo sufre continuos levantamientos, en donde el general Núñez participa como soldado.

Así que Rafael Núñez, por la misma experiencia familiar, se vuelve alérgico al caos y el aventurerismo guerrerista de sus contemporáneos. Como hemos visto, se afana por impulsar el país por sendas de concordia, de pacificación y entendimiento nacional. Por desgracia, la mayoría de los colombianos saben que tiene razón, mas temen que por talentoso que sea el político cartagenero no podrá devolverles la paz y la civilidad. Por lo que su propuesta de convertir a Colombia en una pujante democracia se tarda varias décadas. Es preciso que el país se disuelva a pedazos, se arruine su modesta industria y se tiña de sangre el terruño, para que, finalmente, hasta sus viscerales adversarios entiendan que, como dice el estadista, Colombia no tenía otro camino distinto que: La “Regeneración o Catástrofe”.

Y, por supuesto, la ayuda del estadista Carlos Holguín sería decisiva para convencer a los conservadores de superar los antagonismos políticos y apoyarlo. Es de anotar que Núñez, en cierta forma, consigue superar la sentencia de Maquiavelo, quien afirma que los profetas desarmados perecen y los profetas armados suelen triunfar. Núñez, con la pluma y la palabra, consigue persuadir a sus contemporáneos de refundar la República bajo un esquema de Libertad y Orden, tal como reza la consigna en nuestro escudo nacional.