Luego de haber dado alentadoras muestras de ir superando la pandemia, de nuevo varios países muestran amenazadores rebrotes. Quizá la excepción siga siendo el contexto chino, donde al parecer se han contenido las amenazas de nuevos contagios. Empero, las noticias son sombrías desde Europa. Especialmente España y Alemania donde ya se están debatiendo recurrentes medidas de confinamiento ya sea masivo o segmentado, para diferentes regiones.
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Nada que decir de Latinoamérica, donde la pandemia se extiende y arraiga alentada por varios factores, entre los que se destacan las débiles instituciones, la corrupción, la escasez de recursos. Se trata de amplios conglomerados de población que sólo tienen las manos para enfrentarse al tiburón. Como caso ilustrativo, véase la vulnerabilidad de las poblaciones en la Amazonía.
Desde luego que el caso de texto de cómo no enfrentar este cisne negro es Estados Unidos. Al momento de escribir esta nota el país ya está bordeando la friolera de 198,000 muertos y 6.6 millones de infectados.
No obstante, se tiene lo peor: en la actualidad estos datos no conmueven a buena parte del electorado estadounidense. Parecen ser ya algo cotidiano. Se presentan como los indicadores del clima. Especialmente esto se evidencia por parte de los seguidores de Trump. Siempre dueños de creencias inalterables. Nunca duda o reflexión alguna ha sido materia de su incumbencia. Aún con los desastres golpeándoles dicen no creer ni en pandemias, ni en vacunas, ni en huracanes, mucho menos en calentamiento global.
No obstante, todas esas esperpénticas condiciones, es de reconocer que precisamente han sido los medios de comunicación serios, incluyendo además a ciertas Universidades, en donde se ha estado estudiando la forma o patrón general que tendría la recuperación de la pandemia.
En tal sentido, fuentes confiables -que obvia y afortunadamente existen- debaten sobre diferentes configuraciones de la referida recuperación. Podría ser en forma de V, que sería un repunte relativamente rápido, alcanzando luego de un tiempo, los niveles previos a la crisis, de manera sostenible. Podría ser también en forma de W. En este caso se tendrían aproximadamente dos caídas con sus respectivas recuperaciones.
En un desalentador caso, la tendencia podría tener la forma L. Esto sería muy negativo en términos de salud y economía, toda vez que la caída sería rápida y no se vislumbraría una perspectiva de recuperación. A estas tipologías se agrega ahora la forma K. De conformidad con este patrón, habría una caída considerable, pero se tendría a la vez un recobro significativo. El problema aquí es que las condiciones de vida tendrían una renovación dividida: unos sectores se recuperarían rápido y otros permanecerían estancados. Lo harían de manera permanente.
Unos sectores se recuperarían rápido y otros permanecerían estancados. Lo harían de manera permanente.
Es decir que, en la recuperación tipo K, habría vencedores y perdedores, estando estos últimos en una circunstancia que no tendría -al menos en el corto plazo- señales alentadoras respecto a alcanzar la calidad de vida previa al desastre que ha significado el Covid-19.
Esto último estaría evidenciando que los apoyos institucionales de los gobiernos han estado ausentes para los grupos más vulnerables, para los perdedores más connotados de la pandemia, o bien que estos auxilios, que se requieren como apalancamiento social, han sido insuficientes. Con ello se comprometería la legitimidad de los gobiernos y se estarían configurando, en mayor o menor grado, dinámicas de protesta social.
A casi 7 meses de haberse decretado la pandemia mundial, existen sectores que no han sido perjudicados. Por el contrario, tienen ahora mayores rendimientos y utilidades, se han fortalecido. Se trata en general de entidades bancarias, de quienes prestan servicios financieros, de los estándares que crecientemente han adquirido los mercados bursátiles. Ante la incertidumbre de las inversiones en la economía real -la asociada con bienes, servicios y empleo- los fondos se han colocado en mercados de bolsa.
Otros sectores que han salido muy beneficiados por la crisis han incluido a los de última tecnología, a los asociados con software, y en general a los servicios que han podido ubicarse efectivamente en los segmentos de mercado con actividades de acceso remoto.
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Sin embargo, existe otra perspectiva, la de sectores que sí han sido golpeados en su desempeño organizacional y financiero. Aquí se incluirían las líneas productivas del entretenimiento, hotelería, turismo, y segmentos educativos. Es de recordar que no todos cuentan con acceso a internet. Algo por demás palpable en las críticas condiciones de la ruralidad latinoamericana.
De conformidad con datos de Bloomberg, a siete meses del inicio de la pandemia, los sectores más lesionados del entretenimiento, turismo y hotelería habrían recuperado un 50% de los puestos de trabajo que se tenían hasta febrero pasado. Tomando este mes como tiempo previo a la crisis. Un estándar que se utiliza para los países occidentales, dado que ya en diciembre de 2019 y enero de 2020, China sufría los embates del Covid-19.
La recuperación de esta crisis no es algo inalterable, matemático, ya determinado, como las fases de la luna. No. La reactivación de las condiciones sociales y económicas será producto de nuestra decisión, de la voluntad política que efectivamente se concrete. De nuevo se requiere de un vigoroso impulso de la institucionalidad, de la pertinencia de sus planes estratégicos, de la eficacia con la cual se logren las metas. Un mayor beneficio para todos, una rápida y perdurable recuperación puede conducir a fructíferas sinergias, a logros de beneficio conjunto, en el contexto de sociedades incluyentes.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.
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