La apuesta argentina | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Diciembre de 2019
  • Otro plan de reactivación económica
  • El pésimo antecedente kirchnerista

 

A quienes analizan con objetividad la crisis de la economía argentina no les cabe duda de que los responsables de esa catástrofe son, en gran parte, los tres gobiernos kirchneristas en línea. A estos les siguieron el de Mauricio Macri y ahora el de Alberto Fernández. Como se sabe, esos tres mandatos de izquierda  estuvieron signados por el populismo chavista de moda entonces, sobre todo en los periodos de Cristina Fernández en los cuales el justicialismo radical ofreció convertir el país en el más avanzado de Latinoamérica así como abolir la pobreza y las causas profundas de la injusticia social. En esa dirección se aumentaron los impuestos a los sectores agrícolas exportadores y se multiplicaron los subsidios. Aunque se habló de modernizar la nación y avanzar en obras de infraestructura, lo cierto es que varias de estas se quedaron en el papel o terminaron enredadas en una serie de escándalos de corrupción. Fue esa circunstancia la que determinó que esta corriente política perdiera las elecciones en 2015 y llegara al poder el conservador Macri.

Para todos los gauchos era claro que el mandatario de corte conservador llegaba al gobierno con el objetivo de recuperar la confianza institucional así como reflotar la alicaída economía acudiendo a un plan de reactivación, ajuste fiscal drástico, deuda externa y atracción de inversión extranjera. Incluso algunos analistas aventuraron la posibilidad de una suerte de milagro argentino en ciernes.

Sin embargo, la inversión foránea no llegó como se esperaba, en cuanto -según algunos expertos- con el objetivo de apostar por un segundo periodo, el Presidente no aplicó un modelo neoliberal ultra, sino que prefirió una senda menos drástica y de ajuste gradual, sin tocar la poderosa fuerza burocrática oficial. Lo que sí hizo fue aumentar el coste de los servicios públicos, afectando a los más pobres, en tanto no avanzó como se esperaba en materia de infraestructura. Los incentivos al agro tampoco dieron resultado por cuestiones de alta competencia en el mercado internacional y precios desfavorables.

Es claro que algunos sectores de las finanzas internacionales y mercados especulativos apostaron fuertemente por el plan de Macri. Es más, inversionistas externos entraron a comprar bonos argentinos y los locales acumularon más deudas en dólares. Esto, según los expertos, agravó el llamado “pecado original” de la economía gaucha, que no es otra cosa que una grieta creciente entre activos y pasivos, así como entre ingresos fiscales a la baja y pagos de la deuda al alza. Incluso se ha detectado que esas inversiones especulativas o “capitales golondrina” se beneficiaron sustancialmente de la confianza temporal que generó Macri. Se creía, incluso, que todo lo que este hiciera sería ganancia frente al mal manejo financiero del kirchnerismo.

Pero lo cierto es que no era fácil superar el historial de sacudidas graves de la economía argentina, con ocho defaults que descalabraron hondamente las finanzas públicas y privadas. Además, se siguió comprando deuda y las expectativas eran tan favorables que hasta se emitieron bonos a cien años. Al observar los primeros nubarrones en el horizonte del plan Macri, se pensó que para atajar una nueva crisis el FMI debía refinanciar el país y las reformas derivadas del ajuste. Fue así como en 2018 se concretó una línea de crédito por más de 44 mil millones de dólares, el acuerdo de financiación más grande en la historia del ente financiero multilateral.

Al igual que los mercados y especuladores, el FMI calculaba que Macri podría salir reelecto si la economía se recuperaba con esas drásticas recetas de ajuste. Pero ello no ocurrió y, por el contrario, ante la insatisfacción social, recayó por la vía neoliberal a los mismos niveles del populismo que le antecedieron, con el agravante de una deuda externa aún más alta y onerosa.

Todo lo anterior explica por qué el kirchnerismo volvió al poder en los recientes comicios de octubre y logró que Alberto Fernández ganará la presidencia, con la exmandataria como fórmula vicepresidencial. El nuevo gobierno tiene la opción de volver por la senda ya fracasada del populismo económico o entrar a renegociar con el FMI. La segunda parece la opción más viable. De hecho, el mandatario ya aceptó que viene desde hace dos meses conversando con el ente multilateral para conseguir prórrogas en el pago de la deuda. La estrategia parece ser ganar tiempo tanto con los acreedores internos como  externos. Paralelamente busca sentar las bases de un pacto social con empresarios y sindicalistas. Ya consiguió que el Parlamento le otorgara poderes extraordinarios para aplicar el plan de reactivación y propone avanzar un acuerdo “realista” sobre pensiones en menos de seis meses. Recalca que esta vez el ajuste no lo pagarán los pobres sino los ricos. En lo que ha llamado un compromiso argentino de solidaridad, ya subió los impuestos a los exportadores de granos y afectó los negocios inmobiliarios, en tanto pone en práctica medidas de choque para luchar contra el hambre y desempleo que azotan a muchos hogares de bajos recursos.

La apuesta del nuevo gobierno no es nada fácil. La economía es muy volátil, el margen de acción de Fernández estrecho y la sombra del default siempre está presente por más voluntad de pago que se demuestre. Habrá que esperar cómo le va a este nuevo plan de ajuste.