Por la sensatez del mundo | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Junio de 2019

La realidad nos muestra de forma significativa ciertos acontecimientos, que ponen en peligro la sensatez en el mundo, el equilibrio entre moradores, pues tanto la degradación humana como la ambiental es un hecho que está ahí, en cualquier esquina del planeta. Se me ocurre pensar en esa multitud de gentes que aún sufren inseguridad alimentaria aguda. Desde luego, las guerras son la principal causa del hambre extrema. No aprendemos. La ceguera es manifiesta. Proseguimos alimentando contiendas absurdas, en lugar de tender puentes y avivar la cultura del abrazo. Si el desgaste profesional y la adicción a los videojuegos se suman a la lista de trastornos de salud mental, es también público y notorio que el deterioro de los moradores en escenarios violentos, lo que hace es agravar este tipo de situaciones, y aunque la depresión y la ansiedad aumentan con la edad, lo cierto es que nadie puede ser equilibrado con el estómago vacío, o caminando de continuo por una atmósfera irrespirable y con el espíritu en vela permanente, ante la agitación que generan los combates.

Hoy día, el hábito de la reflexión se ha vuelto particularmente imprescindible, porque la vida que nos ha tocado vivir ofrece enormes caminos, ya sean virtuales o reales, de distracción y adoctrinamiento, que nos impiden ser nosotros mismos. Y uno ha de ser lo que quiera ser. Para empezar, estimo, que la sociedad tiene que humanizarse, desde todas las culturas y desde lo más auténtico de sí misma. Necesitamos ser respetados, valorados y considerados, cuando menos para cerrar la brecha de la desigualdad. Sin justicia social, difícilmente vamos a poder armonizarnos, por muy interconectados que nos sintamos. A mi juicio, tenemos que hacer mucho más para convertir el crecimiento económico en un avance más humanístico y solidario. El hecho de que millones de ciudadanos vivan en la pobreza, a pesar de estar trabajando, cuando menos debe hacernos recapacitar, máxime en un momento en que la informalidad y la mala calidad del trabajo siguen siendo generalizadas en todo tipo de empleo, y afectando a todo el planeta. Por consiguiente, activar una buena capacidad de raciocinio o de sentido común, ha de ser algo prioritario en nuestras vidas.

 

De no producirse esa apuesta por el valor de la razón humana de la sensatez, difícilmente vamos a poder realzarnos en esa unidad como especie pensante.