Francisco Juliá, melancolía de un existencialista plástico | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Septiembre de 2017
Redacción Web
Ha llegado el momento de revelar el caudal de su legado artístico: maestro Eduardo Márceles.

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Desde el próximo 27 de septiembre y hasta el 6 de octubre la Galería Casa Graú (Calle 94 No. 7 – 48) trae a su espacio una exposición inédita; se trata de una retrospectiva del artista plástico bogotano Francisco Juliá, quien falleció en 2016 dejando un acervo de más de 200 pinturas, la mayoría de ellas evocadoras del desasosiego de la vida moderna, de intentos fallidos de fuga, y de procesos de introspección para tratar de entender el lugar del artista en un mundo cada vez más mecanizado. De allí que la exposición se denomine Existencialismo Plástico.

“Por ser un artista emocional, Juliá se resiste a evocar el paisaje convencional, en su lugar tiende al abstraccionismo de amplios espacios visitados por parejas que dialogan o grupos de personajes diminutos en el horizonte como fantasmas perdidos que buscan su destino. Se inclina por un colorido sobrio, a veces con elocuentes matices monocromáticos y delicadas texturas, para proyectar sensaciones de nostalgia, aislamiento, destierro, donde habita el silencio”, afirmó el maestro Eduardo Márceles, curador de la exposición.

Apasionado por el arte desde muy joven, Juliá siempre tuvo en las artes plásticas y las artes escénicas una válvula de escape para la presión de la cotidianidad como hombre de negocios. Compartió jornadas de creación con el dramaturgo y director José Domingo Garzón, quien afirmó que “las obras, sus obras en la escena y en la plástica, son pruebas tozudas de un secreto plan de vida, un plan que quería concretar lo inasible, lo trascendente, lo que escapa a las racionalidades de la necesaria pero chata cotidianidad”.

Asimismo compartió escenario creativo con los maestros Gabriel Beltrán, Domingo Izquierdo, Soledad Beltrán, Jorge Olave y Francina Torner en la época más productiva como pintor.

Existencialismo Plástico es una exposición ideada por las hijas y la esposa de Juliá, más que como un homenaje póstumo al artista, como una forma de difundir el invaluable trabajo plástico dejado por él, que en vida se resistió a participar activamente en el circuito galerista colombiano, aunque sus obras fueron incluidas en publicaciones como Le Monde Diplomatique, y fue reseñado por Marceles en su libro Los recursos de la imaginación artes visuales de la Región Andina de Colombia, en el cual concluyó que “la alienación del individuo, la soledad de las grandes ciudades con sus secuelas de incomunicación, que ilustró de manera tan gráfica el pintor estadounidense Edward Hopper, es también el tema de Francisco Juliá cuyo depurado oficio artístico aborda esos personajes de fisonomía siniestra que parecen interrogarse sobre un destino incierto en ambientes sombríos. Su experiencia teatral se manifiesta a través de una iluminación que dramatiza escenas urbanas con figuras que establecen una dinámica con el tiempo y el espacio”.

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