Petro y las “cumbres borrascosas” | El Nuevo Siglo
Miércoles, 26 de Abril de 2023

Conferencia y reforma a la salud…

* que terminaron en una crisis ministerial

 

 

En medio de la borrasca política de los últimos tiempos, y en especial de ayer, el presidente Gustavo Petro decidió pedir la renuncia protocolaria de su gabinete y seguramente otros funcionarios de nivel preponderante. Lo cual quiere decir que será la segunda parte de los cambios, continuando con la ruta de salida iniciada con los tres ministros que se vieron sorpresivamente despachados en una alocución radiotelevisada hace unas semanas. Es decir, que muchos de los pertenecientes al consejo de ministros lo habrán sido por tan solo entre seis y ochos meses, desde el comienzo del gobierno, mientras que otros serán trasladados de sus funciones originales.

A decir verdad, el primer mandatario ya había dejado avizorar un movimiento de este estilo cuando, para presionar a los partidos políticos declarados oficialistas (Conservador, Liberal y la U), y que no lo venían acompañando a rajatabla en los lineamientos estatizantes de sus reformas, envió una primera señal de su disgusto al pedir la renuncia de ciertos viceministros. Como esta maniobra no fructificó en el propósito de someter a los jefes o directores, ni a las bancadas partidistas correspondientes, entonces Petro dejó entrever que podría venir un remezón mayor. Pero ante ello las colectividades en mención no cedieron en el camino de lograr, para el caso de la salud, una reforma concertada, técnica y apropiada a los requerimientos de un sistema que puede necesitar ajustes, pero en modo alguno su demolición. Y, por lo tanto, y dentro de los cánones legales del régimen de bancadas, insistieron en que su voto sería negativo en caso de no aceptarse las modificaciones propuestas (desestimadas de forma reiterada por la ministra del ramo, Carolina Corcho). Ante lo que el Presidente declaró ayer un gobierno en emergencia, léase en los términos coloquiales de antes y ahora, un gobierno al que el plato de lentejas o el pote de mermelada no le sirvió para tener, a placer, las mayorías parlamentarias. Y por tanto produjo la crisis ministerial.     

De suyo, ha sido tal el amparo presidencial a Corcho, o mejor, la fiel interpretación de la ministra del pensamiento de su jefe, que literalmente se llevó por delante al gabinete y de paso a la coalición. Lo cual, desde luego, podrá hacerla una encumbrada diva para sus colegas radicales, pero al mismo tiempo representa una mácula imborrable para lo prometido en el programa de gobierno de que, al respecto de la reforma a la salud, todo se adelantaría con base en un pacto nacional. Pacto que, por supuesto y en esas condiciones sectarias, jamás se pensó seriamente y apenas si sirvió como maniobra para distraer incautos. De modo que quien incumple el programa ante sus propios electores es el mismo gobierno. Y nadie más.

De hecho, tratar de sacar la reforma a partir de tránsfugas como una representante liberal en las discusiones de ayer en la Comisión Séptima de la Cámara, o con jugaditas como el retiro del debate de un par de conservadores y uno de la U, aduciendo públicamente que lo hacían para no tener que votar (lo que es una violación al reglamento del Congreso), es la demostración de que el gobierno nunca quiso pacto (del verbo pactar), sino una mera y bochornosa adhesión clientelista. Lo que habrá servido para sacar avante la ponencia gubernamental, pero ya en la votación del articulado será a otro tenor, acorde con el irrestricto mandato de las bancadas respectivas, sino es que ya la reforma feneció.       

Y todo ese turbión político se produjo de colofón a la publicitada cumbre internacional citada ayer en Bogotá para supuestamente resolver el problema de la satrapía enquistada en el gobierno de Venezuela. Cumbre que, además, terminó teniendo más de borrasca que de cumbre. Comenzando, desde luego, por el estrafalario episodio que rodeó a Juan Guaidó; siguiendo con el distanciamiento de México; y terminando con una lánguida declaración, o más bien, una relatoría de la Cancillería colombiana que no compromete a nadie, ni tiene las firmas de los participantes y fue leída por el canciller en solitario. Hubiera sido la cumbre exitosa, por descontado, el gobierno habría podido esperar un lapso, aunque fuera mínimo, para no distraer los reflectores con el cambio de ministros.

Pues bien, no se sabe cuánto dure la interinidad ministerial y cuándo lleguen los nuevos designados. En todo caso, solo un evento más en las “cumbres borrascosas” que se otean en el horizonte.