- Reto de nueva cumbre contra cambio climático
- Hay líneas de acción definidas para proceder ya
Más manos a la obra. Ese bien puede ser el objetivo de la Cumbre sobre la Acción Climática ONU 2019 que arranca hoy en Nueva York. Presidentes y jefes de gobierno, organizaciones públicas y privadas que trabajan en el campo ambiental, científicos, activistas por la defensa del planeta, ciudadanos de todo el orbe así como voceros empresariales y de los sectores productivos se dan cita con una sola tarea: evaluar cómo avanza la lucha contra el calentamiento global y cuál debe ser el nuevo plan de choque para acelerar el cumplimiento de las metas en materia de menor emisión de gases de efecto invernadero, producción limpia y preservación de recursos naturales no renovables.
La situación es crítica, nadie lo niega. Los últimos informes coinciden en que la temperatura promedio mundial sigue aumentando, los niveles de emisión de gases contaminantes continúan subiendo, el derretimiento de los glaciares no se detiene, sube el nivel del mar, los ciclos climáticos y estacionales son cada vez más impredecibles y drásticos, al tiempo que las tragedias y consecuencias nocivas derivadas de ese deterioro ambiental son cada día más graves, afectando progresivamente la seguridad alimentaria y la calidad de vida de la población, sobre todo de los sectores más vulnerables.
Sin embargo, como su mismo nombre lo indica, el objetivo de esta Cumbre no solo es quedarse en la denuncia del agravamiento del cambio climático o imbuirse en el debate de repartición de culpas y de responsabilidades respecto a las circunstancias que han dificultado o incluso trabado el cumplimiento de los compromisos locales, regionales, nacionales, continentales y mundiales adoptados en el Acuerdo de París. Lo uno y otro es crucial, claro. Pero no hay que llamarse a engaños: ya está más que sobrediagnosticada esta problemática así como los correctivos a tomar.
En ese orden de ideas, lo importante del cónclave es que la prioridad sean las soluciones y compromisos. Y para ello ya la ONU ha delineado varios campos de acción muy precisos y con alto potencial para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y crear una estrategia funcional de adaptación al cambio climático y resiliencia.
El primero de esos campos es el relacionado con la necesidad de movilizar más fuentes de financiación públicas y privadas para impulsar la descarbonización de todos los sectores prioritarios y promover la resiliencia. En segundo lugar está la transición energética, especialmente lo relacionado con el cambio de combustibles fósiles hacia la energía renovable, que tiende a ser más eficiente y rentable. No menos importante es la transformación de industrias como la petrolera, siderúrgica, química, cementera, del gas o de la tecnología de la información. Resulta prioritario, igualmente, adoptar medidas de combate al cambio climático “basadas en la naturaleza”, a través de la reducción de emisiones, incremento de la capacidad de absorción y mejora de la resiliencia en silvicultura, agricultura, océanos y sistemas alimentarios, incluidos en la conservación de la biodiversidad, el impulso de cadenas de suministros y tecnología. Ya en el campo típicamente urbano la ONU considera urgente que se avance hacia la mitigación del calentamiento global intensificando lo relativo a construcciones, transporte público e infraestructura ambientalmente sostenibles, sobre todo en los conglomerados más pobres de la población.
A todo lo anterior debe sumarse el impulso a las llamadas “Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional”, base de los compromisos del Acuerdo de París. Movilizar a la juventud y las comunidades en general en torno a adoptar comportamientos que combatan el cambio climático en su entorno diario, también es otro de esos campos de acción señalados por Naciones Unidas. Sumado todo lo anterior a un cambio de paradigma productivo que permita reducir la contaminación del aire, promover el desarrollo sostenible, crear puestos de trabajo digno y fortalecer estrategias de adaptación climática.
Aunque la mayoría de los diagnósticos sobre la forma en que la humanidad está perdiendo la lucha contra el cambio climático en enfocan en las falencias, poca atención se pone a los apartes que señalan que, lentos o parciales, sí hay avances y experiencias positivas en esta cruzada. Varios países tienen mucho que mostrar y en otros ya la gravedad de los efectos del calentamiento global y el deterioro ambiental los están forzando a ser más rápidos y proactivos en la adopción de las medidas de mitigación. Contrario a algunos pronósticos demasiados fatalistas y apocalípticos, la mayoría de los científicos coincide en que todavía se está a tiempo para frenar el aumento de la temperatura media anual por debajo de los 2 o incluso a 1,5 grados centígrados. Lo importante es tomar la decisión de actuar ya, de forma decidida y audaz. Como se dijo al comienzo: la Cumbre que arranca hoy tiene una meta clara: más manos a la obra.