No se habla en Colombia de otra cosa que de la negociación del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y los agentes oficiosos de las Farc que estuvieron en Oslo y que tienen cita en Cuba el próximo 19 de noviembre. Mas desde el punto de vista semántico todavía no se ha entrado en una negociación. Estamos apenas en los prolegómenos que se han ido desenvolviendo aproximadamente desde hace año y medio en conversaciones secretas entre las partes, con aparentes garantías políticas de personajes poderosos de otras naciones. En esas charlas prevaleció la confidencialidad y ese sistema de discreción que es elemental en la diplomacia hasta ahora ha dado resultados.
Lo principal de esos acercamientos es que mediante mucho esfuerzo, dedicación y estudio de las circunstancias que vive Colombia y las posibilidades de alcanzar acuerdos entre las partes, se efectuaron sin terceros ni polémicas ardientes en los medios de comunicación. Así fue como se avanzó y se llegó a un postulado básico para que pudieran seguir las conversaciones, en ningún caso esas reuniones serían afectadas por los hechos externos de violencia y el entorno político nacional e internacional.
De no haber sido así, a cada muerte en combate de un subversivo o de ataques de éstos a la Fuerza Pública, las conversaciones habrían degenerado en recriminaciones mutuas, y, eventualmente, se hubiese producido una ruptura de las mismas. Lo anterior implica que los que estuvieron tratando la posibilidad de una negociación lo hicieron dentro de un sitio hermético, a salvo de las presiones inmediatas de la política. Ambos bandos conscientes de la larga historia de frustraciones que se han producido en el país donde se da un paso adelante en buscar la paz mediante acuerdos que se rompen cuando ocurre cualquier incidente.
Uno de los puntos más trascendentales de ese parlamento es que se acordó que bajo ningún motivo, a la inversa de otros casos anteriores, en que se acordó un cese el fuego, se facilitará a los halcones de la guerrilla que ganen terreno. Este punto que ha sido tan debatido por la prensa nacional en estos días es decisivo en cuanto en anteriores oportunidades gran parte del tiempo se va en debatir cómo sería, en qué casos entraría a operar y en qué zona. Lo cual incide en la negociación misma y como de improviso entra en un circuito cerrado que impide a la larga tratar los temas de fondo, además, y es verdad sabida de nuestra experiencia en ese campo, que en todas las ocasiones en que ha habido cese el fuego, la guerrilla lo aprovecha para expandir sus frentes de combate e influencia criminal. Desde el momento en que los voceros de las Farc se sentaron a conversar, contra lo que muchos piensan, se iluminó el túnel en que estaban los plenipotenciarios y surgió la posibilidad de acordar cinco puntos para entrar ya a una negociación que es la que está programada en Cuba.
Lo que viene ahora es la negociación de esos cinco puntos, que incluyen política de desarrollo rural, participación política de los desmovilizados, fin del conflicto, drogas ilícitas, víctimas.
Y es allí donde realmente se va a negociar y donde el Gobierno avanzará o se retirará de la mesa según como respeten los acuerdos en la mesa. La palabra del presidente Juan Manuel Santos y la del jefe de los negociadores Humberto de la Calle están empeñadas, si las Farc incumplen y pretenden salirse de esos postulados se levantan de la mesa de negociaciones y la guerra seguiría con su horror, implacable, dolorosa y sangrienta.