· Alcaldía y Concejo de Bogotá, en la misma línea
· Ciudad necesita una hoja de ruta seria y madura
La aprobación, en primer debate, del proyecto de acuerdo por medio del cual se adopta el Plan de Desarrollo de Bogotá para el cuatrienio de la administración de Enrique Peñalosa pone sobre la mesa varios flancos que merecen destacarse. En primer lugar, que el apoyo mayoritario a la iniciativa en la Comisión del Plan evidencia, como no se veía hace mucho tiempo, que el Alcalde de turno tiene una coalición fuerte y determinante en el Cabildo Distrital, lo que implica, entonces, que se abre en la ciudad un horizonte de gobernabilidad que le permitirá al Ejecutivo bogotano poner en marcha de forma rápida y efectiva toda la plataforma programática con la que se impuso en las urnas en octubre pasado.
Se trata, sin duda, de un hecho político de mucha valía, toda vez que uno de los lastres que arrastró la capital del país durante buena parte de los últimos gobiernos de izquierda, además de los escándalos de corrupción y la inestabilidad institucional, fue precisamente el corto circuito permanente entre el Palacio Liévano y el Concejo. Ahora la situación es diametralmente opuesta y ello no sólo se prueba en el amplio apoyo de los cabildantes de casi todos los partidos, con excepción del Polo, al proyecto del Plan de Desarrollo en este primer debate, sino al visto bueno que también recibieron semanas atrás iniciativas igualmente clave como la creación de la Secretaría de Seguridad y de la empresa que gerenciará todo el proyecto del Metro.
Hay, pues, un mandato político claro frente a los alcances del proyecto del Plan, que, dicho sea de paso, también recibió, con algunas salvedades, espaldarazos muy importantes de los principales gremios de la ciudad, en una conjunción de propósitos que hace años no se veía.
El hecho de que temas que generan tanta discusión como la enajenación accionaria de la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá, el pago voluntario por libre circulación de vehículos en zonas de alta congestión en horas pico así como la instalación de peajes urbanos, hayan recibido un primer sí en el Concejo, pone de presente que los argumentos de la Administración para defender la que será su hoja de ruta fueron efectivos y convincentes. Si bien deben respetarse y dar todas las garantías a las voces críticas, resulta ingenuo negar que se está frente a un consenso político y ejecutivo sobre lo que debe ser el futuro a corto, mediano y largo plazos de la capital del país en aspectos muy sensibles como salud, educación, movilidad, seguridad, infraestructura, estrategia urbanística, ordenamiento territorial, medio ambiente, cultura y otros aspectos. La carta de navegación, a la que le resta el debate en la plenaria de la corporación capitalina, da vía libre a proyectos muy concretos como la primera línea del Metro, 30 colegios nuevos, 143 mil viviendas, seis hospitales y cuatro centrales de urgencias más, instalación masiva de cámaras de seguridad, cinco autopistas de amplio espectro, otras troncales de Transmilenio, más atención a 230 mil niños, ampliación de ciclorrutas, un nuevo circuito ambiental y el malecón del río Bogotá, así como desarrollos en infraestructura deportiva, judicial y de disfrute del espacio público…
Las discusiones alrededor de los alcances de los planes de desarrollo son normales. En casi todas las asambleas departamentales y concejos municipales en estos momentos hay debates similares. Incluso podría decirse que Bogotá es una de las ciudades de primer nivel en donde las votaciones a favor de la iniciativa han sido mayoritarias. Corresponderá a la plenaria hacer los ajustes del caso, siempre en coordinación con la Secretaría de Planeación, para evitar que el proyecto de acuerdo termine siendo una colcha de retazos incoherente y contradictoria. Hay que dar cabida, en este segundo debate, a la mayor cantidad de opiniones y posturas en los aspectos más polémicos, sopesarlas y analizarlas, para que la decisión final sea la más conveniente para una ciudad que requiere una hoja de ruta que la vuelva a poner en el rumbo de la estabilidad y el progreso del que los últimos gobiernos la desviaron peligrosamente. Pero, igualmente, los sectores que pierden a la hora de las votaciones deben actuar con la suficiente madurez para entender que así funciona la democracia. Satanizar por satanizar al contrario, simple y llanamente no tiene mayor efectividad.
Esperamos, pues, que el Concejo termine de forma detenida y objetiva el trámite del proyecto del Plan de Desarrollo y que en pocas semanas, por fin, Bogotá vuelva a tener una carta de navegación seria y con vocación de futuro.