El lastre del desempleo | El Nuevo Siglo
Jueves, 1 de Agosto de 2019
  • Debate recurrente sin temas nuevos
  • No desconocer realidad económica

 

Cada vez que el DANE reporta las últimas cifras sobre el desempleo, se prende el debate en torno a cuáles son las causas de la tendencia alcista en la tasa de desocupación. Y las respuestas a dicho interrogante casi siempre son las mismas, referidas principalmente a que una economía que está creciendo a menos del tres por ciento (2,8% como porcentaje del PIB al cierre del primer trimestre) difícilmente puede generar un acumulado productivo que lleve a que las empresas y el sector empleador en general demanden más mano de obra calificada y no calificada.

Es más, aunque meses atrás se señalaba a la ola migratoria venezolana como una de las principales responsables de que la tasa de desocupación laboral hubiera regresado a la cifra de dos dígitos, ya está claro que el impacto de ésta en el desempleo no es tan grande como se creía. Incluso resulta llamativo que las ciudades y áreas metropolitanas con más personas sin trabajo (Quibdó, Valledupar y Armenia) no son necesariamente a las que más han llegado los ciudadanos del vecino país a buscar algún tipo de ingreso.

También resulta claro que si bien en la última reforma tributaria, aprobada en diciembre pasado y que entró a regir apenas este año, se dio vía libre a varios incentivos a las empresas para que puedan aumentar su productividad y generar nuevas plazas de trabajo, aún es muy temprano para medir el efecto de esos alivios impositivos, al punto que no faltan los expertos que señalan que solo hacia el 2020 se estarían viendo los resultados efectivos de la “Ley de Financiamiento” en este aspecto.

Incluso no faltan los analistas que consideran que los cálculos del DANE necesitan ajustarse, sobre todo a la realidad demográfica reflejada por el Censo Poblacional de 2018, cuyos resultados oficiales fueron dados a conocer semanas atrás, señalando que los colombianos serían 48,6 millones y no los 50 millones que se creía, de acuerdo a las proyecciones estadísticas con que se venía trabajando en la última década. Para no pocos expertos, ese resultado censal (que además tiene un margen de error que algunos califican de exagerado) impacta obligatoriamente las bases de cálculo sobre cuántas personas en Colombia están “ocupadas”, “desocupadas”, “inactivas”, “en subempleo subjetivo” o “en subempleo objetivo”. Lo anterior, porque cada una de esas clasificaciones se basa, a su turno, en estadísticas sobre “población total”, “población en edad de trabajar” y “población económicamente activa”, las cuales sirven de elemento decisorio para señalar los rubros clave de “tasa de participación global”, “tasa de ocupación” y “tasa de desocupación”.

Precisamente por la multiplicidad de ópticas que se hacen al respecto es que los propios analistas, sindicatos, Gobierno y centros de estudios económicos tienen lecturas y cálculos distintos en torno a cuántos empleos se “crearon” en el último año y cuántos se “destruyeron”. Los resultados son disímiles según se pondere qué cantidad de plazas de trabajo es nueva, cuántas se cerraron efectivamente, en qué porcentaje de estas últimas más que un despido se pasó de un contrato formal a uno informal, la porción de personas que entró a buscar trabajo y la que se cansó de hacerlo y retornó al estudio o el ‘rebusque’.  

Y, por último, pero no menos importante, es evidente que en un país con un alto nivel de polarización como Colombia se está politizando el análisis económico, al punto que mientras el Gobierno presenta un panorama positivo en el flanco laboral, la oposición señala un retroceso crítico en el mismo, cada bando con cifras en mano para sustentar su respectivo diagnóstico.

Ayer se dio a conocer el último dato del desempleo: a junio la tasa de desocupación a nivel nacional fue de 9,4 por ciento y en el total de las trece principales ciudades y áreas metropolitanas llegó a 10,7 por ciento. Un año atrás ambos indicadores eran de 9,1 por ciento y 11,1 por ciento, respectivamente.

Como se dijo, las interpretaciones sobre estos nuevos indicadores pueden ser múltiples, más aún en momentos en que se está haciendo el balance de la gestión del presidente Iván Duque durante su primer año de mandato y se analiza, de paso, qué tanto margen de acción real tendrá para crear los 1,6 millones de empleos contemplados en su Plan de Desarrollo para este cuatrienio y dejar la tasa de desempleo en 2022 en 7,9 por ciento, que se constituiría en la más baja desde los años noventa.

Lo cierto es que hay que ser cautos. Las proyecciones sobre el PIB para este año están siendo reconsideradas a la baja y si bien hay evidentes síntomas de reactivación en varios sectores e indicadores productivos, todavía no son suficientes, en tanto la situación externa continúa siendo inestable.

El desempleo, entonces, seguirá alto por un tiempo más porque no hay escenario de economía real que favorezca una caída sustancial en la tasa de desocupación que hoy afecta a más de 2,5 millones de colombianos. Es un lastre difícil de sacudir y habrá que tener paciencia.