- La política exterior frente a Cuba
- La gravedad del término “hostil”
LA posición del gobierno de Iván Duque frente a Cuba tiene que ver, fundamentalmente, con todo lo que ocurre con el Eln. Ese parece ser el eje infranqueable de su acción internacional.
De tal modo, el voto abstencionista de Colombia ayer en las Naciones Unidas, cambiando la posición histórica del país contra el bloqueo económico de los Estados Unidos a la isla, hace parte, aparentemente, de la estrategia que tiene Duque para neutralizar el terrorismo en el interior y seguir presionando, en el flanco externo, a la satrapía que gobierna a Venezuela, y cuyos nexos con el Eln son ampliamente conocidos.
Desde luego el bloqueo económico contra Cuba, inaugurado por el presidente John F. Kennedy hace más de 50 años, es uno de los ejemplos que superviven de la Guerra Fría. Por entonces, como se sabe, el régimen soviético de Nikita Kruschev había puesto unos misiles en la isla cubana, apuntando directamente a los Estados Unidos, a 90 millas de la Florida. Al ser descubierta la maniobra, Estados Unidos llegó a pensar en contraatacar militarmente, pero en un acuerdo confidencial de última hora, se obtuvo que Kruschev aceptara retirar los misiles a cambio de la misma conducta norteamericana con unos apostados en Turquía, y así mismo bajo la condición de que Washington no volviera a intentar invadir a Cuba, como en la fracasada maniobra de Bahía Cochinos.
Kennedy aceptó, veladamente, la garantía de que Estados Unidos no volvería a intervenir en modo alguno en Cuba, pero igualmente se guardó la carta del bloqueo económico a La Habana, puesto que se llegó a pensar que el régimen comunista castrista no tendría de esa manera cómo sobrevivir. De esto, como se dijo, hace más de 50 años. A estas alturas ya no gobiernan los hermanos Castro, pero aun cuando se emitió una nueva Constitución y se ha tratado de crear algún tipo de apertura, el régimen cubano sigue siendo de partido único, con miles de presos políticos, bajo un esquema dictatorial y una confusa economía, todo ello muy lejano a los principios de la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos.
Aun así, sorprende en cierta medida que la motivación del voto de abstención ayer de Colombia, frente al bloqueo económico de los Estados Unidos, no contenga primordialmente la necesidad de que Cuba asuma una democracia en toda la línea, con libertad de prensa, multiplicidad de partidos y derechos fundamentales, en un régimen abierto a las diferentes corrientes de pensamiento.
Mucho tiene que ver, ciertamente, con que Estados Unidos, en cabeza de Donald Trump, ha vuelto a hacer énfasis en las inquietudes de los refugiados cubanos en la Florida. Por supuesto, un tema fundamental en las próximas elecciones presidenciales de ese país, puesto que aquel es un Estado clave en la definición del nuevo titular de la Casa Blanca. Mucho más, claro está, cuando la pretensión de Trump es pasar el despacho presidencial a Miami. El voto colombiano en la ONU es, entonces, una alineación más evidente con el Partido Republicano representado en Trump.
En tanto, como se sabe, el gobierno del presidente Duque tiene un ya viejo pleito con Cuba en relación con el Eln. La demanda de que el régimen cubano capture, extradite o deporte a los jefes de esa organización subversiva, tras el atentado que segó la vida de 22 cadetes en la Escuela General Santander, a comienzos de año, pervive sin efecto alguno. El tema radica en si aquellos delegados para las conversaciones de paz, con el gobierno anterior y un tramo del actual, siguen amparados o no por los protocolos firmados de antemano para efectos de la salida negociada o si ello fue roto con la conducta incomprensible de esa organización criminal al estallar alevemente la bomba en el centro simbólico de la Policía Nacional.
Pero una cosa es, ciertamente, el bloqueo económico a Cuba que, más que contra el régimen comunista, terminó afectando realmente a la desvalida población de la isla. Y otra cosa es declarar a Cuba como un país “hostil” a Colombia, lo que pone las relaciones prácticamente en un estado prebélico, si se siguen los conceptos jurídicos clásicos. Por lo pronto, parecería resultar evidente que esa presión de Duque tras el atentado habría evitado, de algún modo, la escalada de terror que podría presumirse por parte del Eln después de la ruptura del proceso. Es muy posible que Cuba, en una repetición de semejantes actos terroristas, no tendría ya margen ninguno para amparar a los jefes guerrilleros.
Aunque también es cierto, de otra parte, que si el gobierno colombiano piensa que Cuba es un país “hostil” al nuestro, como lo dice textualmente, debería proceder en consecuencia frente al mantenimiento de las relaciones y la legación diplomática en la isla. Las abstenciones en política, pues, demuestran que no se está con una ni con la otra parte, es decir, para el caso, ni con Estados Unidos ni con el pueblo cubano. El abstencionismo no siempre es el mejor consejero en materia internacional, porque no deja ver con claridad la política exterior y permite demasiadas interpretaciones en un campo en donde deben primar las certezas.