Una parte de los ingenieros, de la ingeniería en general para ser más exactos, encuentra una cierta afinidad entre la ciencia del derecho y las matemáticas ciencia o disciplina ésta que es absolutamente necesaria para entender, practicar y utilizar todos los fenómenos físicos, cuyo entendimiento y manejo se utiliza para el mejoramiento y el perfeccionamiento del bienestar del hombre sobre la tierra, haciendo que su permanencia esté llena de bienestar.
En efecto las matemáticas utilizan la inteligencia del hombre, su capacidad para pensar con métodos deductivos que suelen llevar a conclusiones ciertas e incontrovertibles. El estudio y ejercicio del derecho aunque no sigue el rigor de las ciencias matemáticas que tiene unas reglas fijas que no pueden ser cambiadas ni revocadas y de cuyas conclusiones no nos podemos apartar, si estamos seguros de los principios y reglas que las inspiran. Tienen la afinidad con la ciencia del derecho que todas las conclusiones obedecen a maneras de pensar en las cuales los silogismos pueden ser de la misma índole. En otras palabras la lógica que preside todos los estudios de los ingenieros también está presente en la de quienes ejercen el derecho. Claro que admiten interpretaciones, pero no ausencia de lógica.
Las normas que rigen el manejo de la sociedad para que ésta se conduzca bien, no deberían experimentar interpretaciones. Todo pensamiento tiene matices según las circunstancias en las cuales los fenómenos se suceden. En cierta manera cuando se aprecian es derecho consuetudinario que en últimas está regido en normas que sí se pueden interpretar.
La democracia, que es una de las formas que el “mundo occidental” ha resuelto poner en práctica para conducir a los países, componen una serie de normas que dicen que el pueblo es soberano y manda. Eso es lo que creemos; el pueblo es entonces llamado para que se manifieste en elecciones y opina sobre lo que le preguntan. Naturalmente con gran frecuencia observamos que este fenómeno se utiliza para hacer creer que el pueblo es el que se manifiesta y todo lo que se hace de ahí para adelante es para dar cumplimiento a sus órdenes.
El ejemplo más reciente es el de Venezuela. Pero bueno, si lo que dice el pueblo es una orden soberana, mal puede distorsionarse ésta con fenómenos como el que ahora se ha puesto en boga como es el de deshacer la voluntad popular por medio de procedimientos que tienden a desconocerla. En rigor el número de personas que pudieran pedir que un alcalde, gobernador o funcionario elegido pudiera ser desconocida su elección debería ser el mismo que votó por él a su favor o siendo con más amplitud y generosidad un número calificado de electores que participaron en la elección pues son sus gobernados que quieren que desean la revocatoria. A la democracia no le sirve este sistema pues distorsiona sus principios. Eso nos dice la lógica. No a la revocatoria de Peñalosa que es mala para la ciudad.