Al iniciarse el proceso de paz con las Farc hace cuatro años, afirmé que una mesa de negociación conformada por el Gobierno, las Farc y la autodenominada sociedad civil, era una mesa coja, de tres patas. Para que tuviera equilibrio faltaba la cuarta: las víctimas. Y me refería, específicamente, a las víctimas de las Farc, sentadas a la mesa.
Celebro que esta pausa democrática, posplebiscito, haya llevado al Presidente Santos a darle estabilidad real a las negociaciones con este grupo armado, sobre la base de que respondan directamente por sus víctimas.
Las Farc deben dar explicaciones directas sobre las más de 400 personas que se encontraban secuestradas al inicio del proceso y fueron trasladas a listas de “desaparecidos”. A Dios Gracias no desaparecieron por el sólo hecho de ser ignoradas y más que ignoradas, escondidas. Permanecieron en la memoria de sus seres queridos, esperando. Una madre, un padre, un hijo jamás olvidan. Pueden pasar años, décadas enteras y siempre estarán en la puerta de su casa, esperando el retorno del ser querido o una verdad que les permita cerrar un duelo. Al fin, las víctimas que corresponden a este proceso de paz específico, van a "estar en el centro" como lo pregonó la propaganda.
Ya empezó a rectificar el Gobierno. El Presidente Santos anunció el miércoles que: “frente al tema fundamental de la justicia, estamos proponiendo una mayor participación de las víctimas en la mesa, para satisfacer sus propuestas de ajustes al acuerdo”. Y quienes han solicitado esos ajustes son, precisamente, las víctimas de este grupo armado.
Si ahora lo hacen las Farc, si dan muestras de buena voluntad y empiezan a devolver a esas familias, la anhelada verdad que necesitan para descongelar su existencia, detenida en el tiempo del dolor, podremos celebrar y soñar con una Colombia reconciliada.
Después del triunfo del No en el plebiscito y del triunfo de Donald Trump en EE.UU, el tablero de la política nacional e internacional se movió. ¡Y de qué manera! En la realidad política de hoy, el tablado del apoyo internacional al proceso ya no puede sostener el peso de la propaganda. Cada vez serán menos los gobiernos que se prestarán para otra "foto en Cartagena" si esta no cuenta con el apoyo real de todos los colombianos y especialmente de las víctimas de las Farc.
Durante el proceso de paz se le dio demasiado poder a la comunidad internacional para intervenir en nuestros asuntos internos, en contraste con la manera como se subestimó el sentir de los colombianos. Pero, en el nuevo escenario político, si las Farc no empiezan desde ya a entregar verdad a sus víctimas, esa misma comunidad internacional se sentirá engañada y pasará cuenta de cobro. El margen de maniobra para rectificar se hace cada vez más corto.
La iniciativa del expresidente Álvaro Uribe de invitar a las organizaciones que luchamos para lograr la visibilización de las víctimas y el reconocimiento de sus derechos a expresarse en la mesa que reúne a los líderes del No con los negociadores del Gobierno, es una contribución sustancial a la búsqueda de la paz.