Diferentes personas han salido en estos días a explicar los supuestos beneficios que traerá la Ley de Inversión Social. Por un lado, dirigentes gremiales han dicho que no afectará a la clase media, ni a los más vulnerables, en tanto solo se tocaron los impuestos a las empresas. Otros, han dicho que será una poderosa herramienta para reactivar el empleo. Y algunos afirman que será muy efectiva para enfrentar el aumento de la pobreza y que la llevaría a niveles de antes de la pandemia.
Para analizar tanta belleza primero hay que recordar al economista y legislador francés Frédéric Bastiat y su famoso ensayo “Lo que se ve y lo que no se ve”. Decía Bastiat, que “En la esfera económica, un acto, una costumbre, una institución, una ley no engendran un solo efecto, sino una serie de ellos. De estos efectos, el primero es sólo el más inmediato; se manifiesta simultáneamente con la causa, se ve. Los otros aparecen sucesivamente, no se ven”. Solemos entonces concentrarnos únicamente en los efectos que creemos serán fáciles de ver.
Dirá el lector, si solo se aumentaron los impuestos a las empresas, el colombiano de a pie no tendrá que pagar más. Eso es lo que se ve. Sin embargo, aumentar la carga impositiva corporativa, (que antes de la reforma era una de las más altas del mundo) implica que algunos empleos se dejarán de crear, y también que las empresas trasladen ese aumento de impuestos en los precios, lo que traería inflación y sin duda tocaría los bolsillos de los más pobres.
Pero bueno, afirmarán otros, al menos se va a reactivar el empleo por cuanto se crean subsidios para financiar los salarios de las personas contratadas entre 18 y 28 años. Lo cierto es que esta medida no tiene efectos sobre la tasa de desempleo por cuanto no genera incentivos para crear nuevos puestos de trabajo, lo que realmente hace, es desplazar el empleo. Es decir, más personas jóvenes entrarán a reemplazar los empleos que eran de personas más adultas. Disminuyen el desempleo juvenil, aumentando el desempleo de los más adultos, pero no se crea un solo puesto de trabajo adicional.
Está bien, sostendrá alguien, pero servirá para reducir la pobreza a través de la financiación de programas sociales ambiciosos. La única forma de lograr reducir la pobreza es creando riqueza, quienes la crean son las empresas privadas, y esta reforma golpea fuertemente a las empresas y espanta la inversión. Difícilmente logrará mejorar los indicadores de pobreza. Incluso, me atrevo a decir que si el próximo gobierno no presenta una verdadera reforma estructural los resultados en el mediano plazo serán devastadores.
Los políticos suelen adornar sus decisiones con palabras bonitas y promesas vacías. Muy pocos pueden concentrarse en lo que no se ve, tampoco les interesa, sus incentivos están en el cortísimo plazo, en todo aquello que pueda hacerlos ganar algunos votos el año entrante. Sin embargo, es responsabilidad de los ciudadanos exigir reformas estructurales que resuelvan los problemas de fondo. Necesitamos disminuir impuestos a las empresas, bajar los costos no salariales y facilitar hacer negocios. Solo así, generando riqueza, lograremos superar la pobreza. Políticos, los dientes de los ciudadanos no son de leche.