El presidente Petro logró encontrarse con la identidad que le imprimió su pasado revolucionario. Al fin se graduó de haber pertenecido al M-19. Lo hizo durante su posesión. La emotiva imposición de la banda presidencial por parte de María José Pizarro le dio, en el momento cumbre de su carrera, la cercanía y reconocimiento que no tuvo de Carlos Pizarro Leongómez en vida y la orden que dio, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, de traer la espada de Bolívar del Palacio Presidencial, se convirtió en el reconocimiento que no obtuvo en ninguna confrontación pues, según alguno de sus jefes de entonces, "nunca disparó una bala pero, paradójicamente, sí pagó cárcel".
El haber pertenecido a un grupo guerrillero le da hoy la aureola histórica e internacional de haber conquistado la cima del poder político habiendo partido de la revolución armada. Y el haber llegado por vía democrática, le da la legitimidad que necesita para buscar consolidarse con identidad propia en el poder. Petro perteneció al M-19, pero quien llegó al poder no fue el desaparecido grupo guerrillero, sino uno de sus hombres, con pensamiento propio y personalidad controversial, que le genera mucha desconfianza a la mitad del electorado.
¿Qué es lo que temen quienes no votaron por Gustavo Petro? El fin de la democracia. Su perpetuación en el poder. Vale la pena recordar la motivación que dio origen al M-19: "Defender la democracia por el robo de las elecciones a Rojas Pinilla". Es indudable que al presidente Petro le gusta el pueblo: se vio en la posesión presidencial y será su interlocutor y validador permanente, pero ¿le gusta la democracia? ¿Respetará las reglas de juego que esta impone? ¿La separación de poderes? ¿Cumplirá su promesa de gobernar para todos? ¿De respetar la Constitución y la ley?
"La defensa de la democracia está entroncada con el espíritu fundacional del M-19", asegura uno de sus fundadores, pero ¿pesará esto en el Petro presidente ya reencontrado y validado en su historia guerrillera?
Estamos inmersos en la historia, en "el cambio". ¿Quién nos gobernará? ¿El apaciguador del 7 de agosto? ¿El incendiario de la campaña presidencial? ¿El pragmático que se rodea ahora de la "vieja clase política" que tanto denunció? ¿El inteligente estratega que distrae con las diferentes formas de comunicación? Es muy pronto para saberlo.
Con estas palabras referidas a Colombia, terminaba Gustavo Petro, hace solo 5 años, el prólogo del libro: "Historia privada de la violencia", de Otty Patiño: "Es una sociedad suicida que elige a sus verdugos. Es la sociedad de ratones, la Mouseland del canadiense Thomas C. Douglas que elige durante un siglo a gatos de diferentes colores para gobernar".