NO está garantizada la normalización de las cosas el próximo 11 de mayo. No llamarse a engaños. El contraataque de la pandemia aún no hace el mayor daño y la partida es muy complicada.
El avance del virus hay que irlo monitoreando para intentar algún asomo de cuándo será su pico. Medianos de mayo, junio, tal vez.
Nada confirma que sectores productivos que en el mundo han comenzando a reiniciar actividades, lo puedan hacer indefinidamente. En cualquier momento podría ser necesario suspender y ampliar cuarentena.
Ningún Gobierno en el mundo quisiera mantener cerrada la economía. Saben que la producción es un máquina que si se mantiene apagada mucho tiempo, se oxida y saca la mano.
La economía cerrada, desconectada demasiado tiempo, es igual a un tren varado al que no le echan carbón, combustible, y causa desespero entre sus pasajeros.
Muchos países extendieron el confinamiento hasta final de mayo. Colombia lo hace bien, pero ojo, dependemos de esa bendita curva de la pandemia. Si coge ventaja habrá que seguir guardados quién sabe por cuánto más.
Indispensable en esta etapa del virus que haya un consenso global para que todos los gobiernos echen para el mismo lado.
La disparidad de criterios, egos, arrogancias y vanidades frente al virus; nos hace vulnerables en el mediano y largo plazo.
Naciones desarrolladas y emergentes deberían ser solidarias de comienzo a fin. En la comunicación de modelos implantados para enfrentar y prevenir la enfermedad, en la conquista de una vacuna rápida que alcance para todos, en el plan de contingencia financiera para mitigar los daños en la economía, y en consensos políticos que permitan a los estados reinventar el mundo en una dirección.
Se pide solidaridad a hogares y empresas. No puede pedirse lo que no se ejerce. Urge autoridad global que imponga lazos de amistad, fraternidad y compasión con los países que están sufriendo con mayor espanto la pandemia.
Quienes cuentan menos muertos y mejores indicadores de protección sanitaria y de sus economías; no están fuera del radar del virus. Este mortal enemigo invisible acecha a todos.
Naciones Unidas, ONU, tiene mucho trabajo. Ha hecho poco o nada. Proponer y hacer, colocando sus recursos, aportes de países miembros, al alcance de programas sociales para los más vulnerables frente al coronavirus.
Igual que se convocan ayudas económicas para asistir a refugiados y desplazados en el mundo, la ONU debería haber hecho demasiado con los países ricos, para ayudar a los pobres.
La OMC, Organización de Comercio Mundial, nada de nada. ¿Dónde anda, qué hace? Quizás evalúa el comercio global. Que haga más, debe tener manera de convocar sinergias y oxígeno financiero para refrescar el calor de la crisis.
De la misma manera que se aborda la crisis global petrolera porque no hay dónde guardar el crudo, los líderes del mundo tendrían que hacer más en colectivo porque está en peligro la salud y la economía del mundo, no de un país.
Enfrentar el virus del mismo lado.