Bien y mal | El Nuevo Siglo
Jueves, 28 de Diciembre de 2017

BIEN 2017 porque el país aguantó tormentas y guachafitas políticas y sociales.

Mal porque los pobres terminaron igual o peor, los mismos con las mismas, sed de corrupción y justicia al garete.

Bien porque pese al pesimismo de los hogares en el Gobierno, en la economía y en el país, las gentes de bien soportaron con fortaleza y esperanza.

Mal porque la plata que podría destinarse a inversión social, salud, educación, comida para niños y ancianos desatendidos, se la robaron esos sinvergüenzas.

Bien porque siendo un año difícil, enrarecido, injusto, de pocas oportunidades laborales, precario en ingreso y enredado en el posconflicto, las familias sobrevivieron.

Mal porque nuestro país sigue siendo inequitativo, concentrado en su propiedad y en su renta, cerrado en su comercio exterior, pobrísimo en competitividad y productividad, y obsoleto en infraestructura.

Bien porque en medio de tantos males, la comunidad se mantuvo a flote, unos aún con el agua al cuello.

Mal porque rondó un aire de incertidumbre y desconfianza nacional acorde a las circunstancias del país.

Bien porque pese a que la población sintió desamparado desde el Gobierno y no cree en el Presidente Santos, guarda un moderado optimismo para 2018.

Mal porque el Presidente Santos malgastó su capital político en un acuerdo con las Farc que causó divisiones, polarización y ‘premios’ políticos a esa temida y mal recordada organización criminal, terrorista y bandolera.

Bien porque a pesar de los pesares los colombianos en su mayoría son buenas personas y están sobrellevando el peso de un posconflicto que duele por tantos beneficios a las Farc y tan poca reparación a las víctimas.

Mal porque muchos colombianos debieron ir al rebusque, a la informalidad, debido a que el desempleo sigue siendo el principal estrés de los hogares.

Bien porque la llegada del sumo pontífice a Colombia le dio un tónico de fe, armonía y esperanza a las familias. El papa Francisco nos humanizó e hizo mejores personas.

Mal porque la danza de billones de pesos puesta en mega obras publicitadas no refleja el precario estado de muchos de los tramos viales del país. Aeropuertos regionales, puertos marítimos, aduanas y carreteras en pésimo estado.

Mal porque se perdieron muchos billones de pesos en obras civiles asaltadas por contratistas corruptos. El Túnel de la Línea, cada año más costoso y atrasado. No se ve desde Ibagué a Calarcá avances que hagan pensar que el próximo año la obra estará lista y operando.

Bien porque pese al asqueroso paso entre Ibagué-Cajamarca-Alto de la línea-Calarcá, a un infame peaje en medio de ese caos, de milagro, los viajeros y transportadores de carga y pasajeros llegan a la ciudad milagro, Armenia.

Mal porque la clase política y el Congreso, untados hasta la coronilla de ‘mermelada’, volvieron a perder el año y nada que gozan de crédito, contadas excepciones.

 

Bien porque la comunidad parece ponerse a tono con la realidad nacional y no le ‘come’ cuento a cuanto aspirante a la Presidencia de la República hace montón en la arena política.

Mal porque no asoma en el escenario político-electoral un candidato que tenga el país y las soluciones en la cabeza. Muchas promesas, populismo barato, estrategias sin calado social que no invitan a creer ni a soñar en una mejor nación, en un nuevo comienzo.

Bien porque aún cuando la noche luce más oscura, mujeres y hombres de bien no pierden la fe de ver luz al iniciar 2018.

Somos un hueso duro de roer. Creamos una coraza que parece protegernos de malos gobernantes y peores dirigentes. Soñar que se puede.