Conservatismo, ¿locomotora o vagón? | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Diciembre de 2020

Se acabó esa época en que Bogotá vibrante eligió por votación alcalde a un joven luchador conservador, el formidable líder Andrés Pastrana Arango. Y éste mismo combatiente invicto, Andrés Pastrana Arango, movilizó la mayoría nacional, para hacerse elegir como presidente de Colombia, contra toda la maquinaria liberal, y la fuerza que por encima de todo, pretendió imponer al Dr. Horacio Serpa.

En esta misma época tuvimos cinco senadores conservadores por Bogotá. Hoy no tenemos nada. De numerosos concejales por Bogotá, hoy solo tenemos uno. El Dr. Mariano Ospina Pérez se impuso la tarea de que el 40% por la votación del país fuera azul, y lo consiguió a pesar de su edad avanzada y sus quebrantos de salud. De los 16 millones de votos actuales, solo cuenta el Directorio Nacional Conservador con menos de dos millones de votos. De 30 senadores en la época de Andrés Pastrana, solo nos quedan 14.

El inmenso caudal azul se perdió por la poderosa fuerza de atracción de Álvaro Uribe en parte y una inmensa proporción se volvió “humo”, por las perversas alianzas regionales y locales, en que los caciques entregaron la votación de la derecha, a favor de movimientos heterogéneos, a cambio de puestos, contratos y ventajas personales. Laureano Gómez hizo célebre una frase en EL SIGLO: “Estas son lentejas, si quieres las tomas, si quieres las dejas”.

También habló este caudillo del “oro” y la “escoria”, para referirse a los grotescos egoísmos de multitud de conservadores. “Ande yo bien, y ríase la gente”. El Partido ha olvidado que todo lo que vale en la vida es producto de la privación, la disciplina y el esfuerzo. Los ríos si no los encauzan se desbordan y hacen estragos. El tren va sometido en sus piezas y sus elementos. Cualquier objeto de nuestro uso personal ha sido sometido para lograr su utilidad. El oro pasa por el fuego, la tierra, por medio de la agricultura, es duramente manipulada para lograr su productividad. Lo mismo sucede con las organizaciones sociales.

En el conservatismo impera el grito salvaje, de “sálvase el que pueda”. Álvaro Gómez lo resumió de la siguiente manera: “Tenemos más conservatismo que partido”. Y nos quejamos por los éxitos de la izquierda en Venezuela, Cuba, Nicaragua. En otros países tradicionalmente de derecha, también ha prosperado la izquierda como Chile con Allende, Argentina, Brasil.

En la convención reinó la confusión. No hubo adhesión a Duque, tampoco se habló de un candidato azul, se recomendó hacer alianzas, esas funestas coaliciones nos llevaron de 30 senadores a 14. Pero de estas negociaciones salen ganando los mismos de siempre. Logran migajas burocráticas, contratos y múltiples beneficios menores. Pobre Partido Conservador, ¿dónde están los grandes ideales de José Eusebio, Miguel Antonio Caro, Concha, Suárez, los Ospinas -tres presidentes- Laureano Gómez y Álvaro…?

 

Tenemos un congreso burocratizado. Cada que eligen a un parlamentario, en lo único que piensa es en la reelección hasta pensionarse, con las sumas más altas en el ambiente oficial. Se volvió un diálogo de sordos, cuando se propone disminuir su tamaño y reconsiderar sus emolumentos.

El conservatismo no ha tomado como bandera llevar a cabo las transformaciones esenciales en la justicia, la flexibilidad laboral, el tema pensional, el desempleo y la salud entre otros. El 80% de los servicios médicos se logran acudiendo a las tutelas.

¿Qué dijo el conservatismo sobre los 250 líderes sociales asesinados? Nada.

¿Se preocuparon por las masacres de que habla la prensa constantemente? Nada.

En la convención nadie habló a fondo sobre la corrupción, sobre la inversión extranjera, el drama campesino consistente en la invasión de productos extranjeros subsidiados, frente a labriegos que trabajan a pérdida. Un bulto de papa de 50.000, lo regalan por 5.000... Así pasa con la panela, la carne y otros alimentos.