Niño Dios | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Diciembre de 2019

Hay un proverbio africano que dice: “El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para poder sentir su calor”.

Palabras sabias que resumen la importancia de cambiar la forma como millones de niños son criados y educados al interior de sus familias durante su infancia. Aún persiste el viejo modelo violento a través del cual se cree que los golpes enseñan y que a punta de pellizcos, empujones, correazos, quemones, baños agua fría, palmadas, puños, gritos y humillaciones se logra domesticar los seres “salvajes”, que son los niños.

Aún hoy, cuando se cuestiona ese modelo violento, muchas personas naturalizan los golpes justificando que gracias a ellos se convirtieron en mejores personas.

Estudios alrededor del planeta demuestran el daño cerebral, físico y emocional que una crianza a punta de maltrato produce en el desarrollo del ser humano.

Por eso mi pedido para el Niño Dios es que el próximo año en Colombia se mejoren las cifras que evidencian este flagelo y se erradique de nuestro sistema. Y como andamos en paros y marchas, me puse a revisar en los más de cien puntos de solicitudes del comité del paro, qué pedían para los niños y con sorpresa no encontré ni una sola referencia al tema del maltrato infantil o abuso sexual. Se ocupan de los temas “importantes” como el desmonte del Esmad, reanudar conversaciones con el Eln, renegociar los tratados del libre comercio, hacer una reforma agraria, salir de la OCDE y la única referencia a la violencia está relacionada a aquella contra la mujer. Nada con los niños.

Esto demuestra una vez más que no se entiende aún uno de los puntos que hacen parte del origen de los problemas sociales y que lo resume con tanta claridad el proverbio africano. El mal está en los hogares y voy a decir algo aún más impopular, en gran medida, en las manos de las mamás.

Otro de los graves delitos en contra de la dignidad de los niños en Colombia es el abuso sexual. Cada 22 minutos se registra un caso y lo peor es que el delito ha venido en aumento. En 2016 se registraron 18.416 casos, en 2017 fueron 20.663 y en 2018 la cifra fue de 21.515. Esperemos a enero de 2020 para conocer la triste estadística de 2019. Para este delito es prioritario comprender que al menos el 50% de los casos sucede en la vivienda familiar y los abusadores son los hombres y en el siguiente orden: el papá, padrastro, tíos, primos y abuelos.

Esto significa que si hay un lugar peligroso para los niños, sea porque les peguen para educarlos o porque los violen, ese lugar es el hogar.

Necesitamos pedagogía en los colegios para los padres. Hay que explicar una y otra vez que a los niños no se les puede pegar, cuáles son los daños y enseñar que un adulto que regula sus emociones y enseña con el ejemplo, se convierte en una semilla de cambio. Y para que tengamos una sociedad más equilibrada en el futuro, es fundamental la transformación en el interior de los hogares en donde la violencia sea reemplazada por el amor, que es la herramienta de educación más poderosa. Cuando el odio y los golpes  prevalecen en los primeros años de vida de los niños, pues bien, el resultado social, es más que evidente, adultos que incendian la aldea.