Nueva pandemia | El Nuevo Siglo
Martes, 6 de Diciembre de 2022

A comienzos del 2020, todos sabíamos que podía sobrevenir una pandemia.

Hoy, cuando aparentemente estamos superando el covid-19, también lo sabemos.

Pero nos negamos a estar suficientemente preparados.

Es una especie de negación que hace las veces de mecanismo de defensa, pero que puede traer consecuencias sumamente graves.

Para no ir muy lejos, casi 18 millones de muertos, en el caso del covid.

En los últimos días, la revista The Lancet publicó el balance de su Comisión. Y sus hallazgos han sido verdaderamente desalentadores.

Primero, porque todo pudo ser peor de lo que hasta ahora ha sido.

Todavía es un misterio por qué el virus no se ha propagado desaforadamente en un continente como el africano, con infraestructuras sanitarias tan precarias.

Segundo, porque la desinformación tiene efectos incalculables, sobre todo a largo plazo.

La mentira y el engaño proliferaron con mayor celeridad que el propio virus, cortando así la cadena de vacunación que pudo salvar muchas vidas.

Tercero, porque las ideologías son sistemas de pensamiento de alto riesgo.

Gobernantes y colectivos sociales predispuestos, o con ciertos intereses en juego, promovieron conductas reticentes a la vacunación, con efectos letales.

Muchos activistas religiosos, milenaristas, o simplemente fanáticos, agitaron la idea de que vacunarse era sacrílego, o demoniaco. Pero ellos mismos acudían a inocularse, clandestinamente, con tal de salvar su pellejo, pero preservando la autoridad intelectual o espiritual de la que estaban revestidos.

Cuarto, muchos gobernantes no creían lo que estaban viendo, o recibieron presiones.

Presiones de conglomerados económicos que, calificándolo todo de alarmismo, preferían el lucro a salvar vidas. Por tal razón, muchos aeropuertos fueron cerrados a destiempo y los confinamientos llegaron absolutamente tarde.

¿Aun así, cuántos actores y sectores se enriquecieron de la noche a la mañana -lícita, o ilícitamente- gracias a la pandemia?

Por cierto, ¿cuán útil fue la emergencia sanitaria para que el crimen transnacional se perfeccionara y los actores armados ilegales expandieran su maquinaria criminal?

De igual modo, ¿cuántas autocracias electorales no se consolidaron en el poder cuando encontraron las virtudes del “arresto domiciliario” que supuso el aislamiento?

Como sea, los sistemas de salud se vieron desbordados (empezando por el de la salud mental); las cadenas de suministro fallaron abrumadoramente; y millones de estudiantes quedaron desconectados del futuro productivo.

Por supuesto, muchos procesos científico técnicos y educativos iluminaron el camino. No obstante, sus notables esfuerzos podrían estar en riesgo de caer en el vacío.

¿Qué tanto hemos aprendido, individual y grupalmente, de estos dos años y medio? ¿Seguiremos escuchando a los mismos biólogos y epidemiólogos que, en febrero del 2020, proclamaban que “tan solo se trataba de una gripa más”? ¿Qué tan preparados estamos ahora para enfrentar la pandemia que se avecina, o la misma si se agrava?

vicentetorrijos.com