Los retos de Lula | El Nuevo Siglo
Martes, 1 de Noviembre de 2022

* Estabilidad institucional, primer desafío

* Un país dividido y Bolsonaro gravitando

 

 

Las urnas definieron, por el estrecho margen de 1,8% de diferencia, que el exmandatario de izquierda Inácio Lula Da Silva será el nuevo presidente de Brasil. El jefe de Estado saliente, el derechista Jair Bolsonaro, si bien no alcanzó a concretar su reelección, tuvo una votación sorprendente, dejando una vez más sin piso las encuestas que pronosticaban que perdería por no menos de cinco o más puntos en el balotaje del pasado domingo.

Conocido el dictamen democrático, es mucha la expectativa y grandes los interrogantes sobre el regreso de la izquierda al gigante suramericano. Los analistas locales señalan una serie de retos que el entrante jefe de Estado debe enfrentar desde ahora. En primer lugar, resulta claro que recibe un país dividido, en donde la mitad de los electores estuvo en su contra. A ello se suma que la oposición de centro y derecha tendrá mucha fuerza no solo en el Parlamento sino a nivel regional, tras haber conquistado varias gobernaciones y alcaldías claves el pasado domingo. De igual manera, es evidente que Bolsonaro se erige desde ya como su principal referente opositor y en torno suyo seguirán gravitando las esperanzas de volver a retomar el poder en pocos años.

En segundo término, Lula Da Silva tiene el desafío crucial de transmitir confianza a un país que, en sus dos anteriores gobiernos, evidenció cómo los más graves casos de corrupción minaron su gobernabilidad (al punto que ya como expresidente terminó preso pero la condena se cayó por un vicio jurídico), al tiempo que su copartidaria y sucesora en la presidencia, Dilma Rousseff, fue destituida por el Congreso por inconsistencias en informes presupuestales, en 2016. Aunque la reemplazó su vicepresidente Michel Temer, su caída se consideró el fin de trece años de gobiernos del Partido de los Trabajadores, marcados por los escándalos de “Lava Jato” y la red de corrupción de la multinacional Odebrecht.  

En el campo económico, es claro que el sector privado, las firmas calificadoras de riesgo, los mercados e inversionistas están a la espera de las primeras señales del mandatario electo en torno a quién será su ministro de Hacienda y el plan económico a implementar. Con Bolsonaro, a partir de 2019, Brasil no solo logró mantenerse a flote en medio de la crisis pandémica, sino que luego el sistema productivo pudo repuntar rápidamente.

Si bien Lula Da Silva prometió un gobierno que respetará la iniciativa empresarial y mantendrá la disciplina fiscal, hay prevención por el riesgo del retorno a las fallidas políticas del llamado “Socialismo del siglo XXI”. De hecho, una primera duda entre los gremios es cómo financiará el abultado gasto público que anunció durante la campaña electoral. Se confía en que el vicepresidente Geraldo Alckmin, un tecnócrata centrista y cercano al empresariado, sea determinante para no perder el rumbo productivo.

En principio produce tranquilidad que el presidente electo ratificó en la plaza pública que mantendrá la exploración y explotación petrolera y minera, contrario a otros gobiernos de izquierda que insisten, contra toda evidencia, en marchitar atropelladamente un rubro clave en sus economías, ingresos y horizonte de autosuficiencia energética.

Hay crisis estructurales en Brasil que, sin importar el sino político del titular presidencial, requieren soluciones de fondo. El quinto país más grande del mundo, con una población cercana a los 213 millones de habitantes y la economía más potente del subcontinente, está afectado hoy por hoy por la alta inflación, más de 47 mil homicidios anuales, una tasa de pobreza del 30% y más de 33 millones de personas padeciendo hambre…

Siendo claro que el nuevo mandatario brasileño fue durante sus dos anteriores periodos un referente de la izquierda latinoamericana, Lula Da Silva deberá afrontar el reto de marcarle distancia a gobiernos de esa misma corriente ideológica que, como los de Venezuela, Nicaragua o Cuba, están señalados de autoritarismo y violación sistemática de los derechos humanos.

Por último, pero no menos importante, Brasil es el país con mayor territorio en la cuenca amazónica. Es imperativo que lidere la cruzada para la protección del “pulmón del mundo”, sobre todo en cuanto a allanar recursos globales para frenar la deforestación y mantener vigente el principal foco planetario de captura de carbono, vital en el combate al cambio climático. Su debut en la COP27, que comienza el próximo fin de semana, en Egipto, será clave en esta materia.

Habrá entonces que esperar las primeras decisiones del gobierno electo en Brasil. Por el momento todo es expectativa y prevención. Cada movimiento del entrante mandatario irá señalando el rumbo del país y cómo dilucidar el dilema principal: volver a un pasado convulso o, aprendiendo de los errores del pasado, construir una nación más potente, estable y con equilibrio socioeconómico.