Que María João los perdone | El Nuevo Siglo
Cortesía
Sábado, 12 de Octubre de 2019
Emilio Sanmiguel
Un repertorio exquisitamente escogido por la virtuosísima pianista, una de las mejores del mundo, que lamentablemente muy pocos disfrutaron.

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A Maria João Pires tuve el honor de conocerla, y lo más importante, conversar con ella, hace casi treinta años, la mañana siguiente de su presentación en Bremen, cuando con la Filarmónica de Berlín dirigida por Claudio Abbado, tocó, gloriosamente, el Concierto en La menor de Robert Schumann. Ya en ese momento era una de las primeras pianistas del mundo. Me quedó la certeza de que era verdad lo que de ella se decía: que era sinceramente sencilla y que su arte estaba al servicio de la música.

Hace más o menos un año declaró su intención de meditar la posibilidad de retirarse de la escena. Lo ha cumplido y sus raras apariciones en público son verdaderos acontecimientos, lo cual significa que, cuando un teatro anuncia su nombre, la boletería se agota en cuestión de horas.

Lamentablemente eso no ocurrió la noche del pasado sábado 5 de octubre en el Teatro de Colsubsidio: el interior del teatro daba grima y en el último momento, para paliar un poco semejante situación, las directivas de la sala tomaron la decisión de bajar al público del tercer nivel para que el teatro no luciera tan desposeído. No creo que a lo largo de su gloriosa carrera la pianista portuguesa se haya presentado en unas condiciones tan desalentadoras.

Evidentemente la empresa de comunicaciones que Colsubsidio encargó de la divulgación del concierto no supo hacer su trabajo. Eso se veía venir, porque este año, que Colsubsidio tomó la atinada decisión de hacer la XII Serie Internacional de Grandes pianistas en honor a la vida y trayectoria de Teresa Gómez esa fue la tónica, conciertos sin respuesta del público. En el caso de Teresa, que ha sido por décadas la pianista más querida de los colombianos ocurrió lo mismo y el joven pianista José Luis Correa tocó en similares condiciones.

Es decir, que la oportunidad de ver a João Pies, como ocurre en cualquier teatro del mundo, fue imperdonablemente desaprovechada. Al fin y al cabo, eso es del abecé del espectáculo, la respuesta del pianista no es la misma cuando toca con una sala con el lleno hasta la bandera que con los laterales de luneta y primer balcón vacíos, como ocurría el sábado.

Eso, muy seguramente influyó para que la portuguesa no estuviera completamente a sus anchas en la primera obra de su recital, la Sonata Patética de Beethoven, aunque en el segundo movimiento, Adagio cantabile sí hubo el hondo lirismo de la partitura.

La primera parte del programa, qué programa tan exquisitamente escogido, se complementó con una selección de 6 Nocturnos de Chopin, primero la colección de los 3 del Opus 9, enseguida los 2 del opus 27 para coronar con el Opus 72;  el resultado fue magistral, al fin y al cabo el público, el escaso público, estaba ante una de las más autorizadas y sensibles intérpretes de los Nocturnos de Chopin, que demandan del intérprete no sólo el dominio técnico del instrumento, sino también inteligencia, sensibilidad y eso que es la rúbrica de la portuguesa, una sencillez sin afectaciones.

El programa, en la segunda parte, trajo una de las obras cumbres de la literatura pianística, la Sonata en Do menor, op. 111 de Beethoven, última del ciclo de las 32 y en cierta medida testamento del compositor. João Pires en el pasado ya había hecho de la nº 30 en Mi mayor una obra maestra, con la última del ciclo, la noche del sábado hizo lo propio. Porque es un hecho que la Arietta que sirve de base para las variaciones del segundo y último movimiento tiene lo que la nuez del pianismo de la artista: sencillez, la que pide Beethoven cuando indica Adagio molto, semplice e cantabile, ahora, en las Variaciones se entregó sin reservas y llevó la Sonata al lugar que por derecho propio le corresponde.

Como dije, el ciclo se hizo en homenaje a la trayectoria de Teresa Gómez. Fue Teresa quien manifestó a las directivas de Colsubsidio su voluntad de que fuera Maria João Pires la encargada de cerrar el ciclo, por muchas razones: una admiración, generosa y sin reservas y seguramente darse la oportunidad de ver a su colega en obras que a lo largo de su carrera han sido tan próximas a su sensibilidad, como los Nocturnos de Chopin o los dos Beethoven del programa. Teresa, como João Pires, también es sencilla y ha hecho a lo largo de su vida del piano una experiencia casi mística. La portuguesa accedió, pero por cuenta de una campaña de divulgación disparatada lo que ya he registrado.

¿De haber ocurrido el recital en el Mayor las cosas habrían sido a otro precio?

Que João Pires los perdone.