Atisbando el TIAR | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Febrero de 2019

A la par con el accionar de la Corte Penal Internacional (CPI) que, aupada por Colombia, tarde o temprano tendrá que juzgar a Maduro -perfecta reencarnación de Stalin- como sujeto responsable de cometer crímenes graves contra la humanidad, la comunidad internacional  tiene que pensar en sacarlo, así sea a sombrerazos o a cacerolazos.  Porque si pensamos en la vía militar interna, las Fuerzas Armadas venezolanas tienen a un Padrino atragantado de mermelada; y por el lado externo, con la ONU estamos perdidos, pues cualquier decisión en tal sentido debe ser adoptada por el Consejo de Seguridad en pleno y resulta que el sátrapa de marras se ha convertido en el “nuevo primer mejor amigo” de los dictadores de Rusia y China, quienes ejercerán su poder de veto y así Estados Unidos, Francia y Reino Unido nada podrán hacer para derrocarlo.

Estábamos pensando en otro mecanismo: el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar) de 1947, más conocido como Tratado de Río, que es un pacto de defensa mutua, cuyo art. 3.1 señala que “en caso de un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el art. lo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”.

Pero tampoco nos sirve de a mucho, porque habría que empezar por reformarlo para que además de agresión de una potencia externa en América incluya la posibilidad de intervenir militarmente cuando el cáncer agresivo venga de adentro, cuando en este Continente se enseñoree un dictador tan miserable y oprobioso como Maduro que se constituya en un peligro para la humanidad, que por lo pronto se ha convertido en un perfecto genocida que está aniquilando a su propia gente y buena parte de ella tiene que refugiarse en países del vecindario, como Colombia, que ha devenido en el principal receptor de sus víctimas.

Pero tampoco podremos hacernos muchas ilusiones con el tal TIAR, que hasta ahora ha resultado ser más inútil que un barco puesto en Bolivia. Durante la Guerra de las Malvinas de 1982 se trató de hacerlo efectivo, pero resulta que el agresor era Argentina y el agredido Inglaterra; después lo quisieron invocar contra Estados Unidos -su inspirador y dueño del balón, más conocido como el Policía del  Mundo-  cuando invadió a Granada en 1983 y a Panamá en 1989, pero no se pudo, por sustracción de materia y, finalmente en 2001, cuando el ataque a las Torres Gemelas en New York, pero el agresor no era un Estado extracontinental, sino un encopetado cenáculo de raposas terroristas árabes.

Afortunadamente, dos de los fundadores y primeros firmantes, Venezuela y Nicaragua -no menos oprobiosa dictadura- denunciaron el TIAR desde el 2012, haciendo causa común con los integrantes del Alba, organismo inspirado por el coronel Hugo Chávez -el mejor muertico de los últimos años- que se encargó de oscurecer el panorama de Latinoamérica con el cincel, el martillo y la hoz de su trasnochado socialismo del Siglo XXI. Sería más fácil actuar teniendo al enemigo separado, lejitos.