Cuando desde el Palacio de San Carlos, en su Mandato Claro, el presidente Alfonso López Michelsen propuso una pequeña Asamblea Constituyente para plantearle al país una profilaxis al sistema, la Corte Suprema de Justicia de ese entonces le barajó la ambiciosa iniciativa. Coincidía por aquellas calendas con las propuestas editoriales del influyente director del diario El Siglo, Álvaro Gómez Hurtado, quien propendía por una reforma a fondo a la Justicia colombiana, que empezaba a dar muestras de alta contaminación política.
Una remembranza. El barquero recuerda que el 16 de noviembre de 1976 el parlamentario caldense Jesús Jiménez Gómez, en un memorable debate a la Justicia, enfiló baterías en la Cámara de Representantes contra el entonces ministro del ramo Víctor Renán Barco López, quien renunció aquella misma noche a su cartera en la que apenas llevaba 19 días. El fogoso congresista neirano, siempre al lado de Gómez Hurtado, le habló al país de lo politizada que se encontraba la Justicia en Colombia.
Las falencias de la Rama. El promotor del debate se refirió a los acuerdos que se tenían para mantener vigentes desde esas épocas las famosas puertas giratorias. Luego, con la reforma del 91, la Justicia se politizó por mandato constitucional: Los mismos magistrados quedaron con atribuciones para proponer los candidatos a los entes de control, dígase Contraloría, Procuraduría y Fiscalía. Y todos a una, como en fuente ovejuna, con la coparticipación del Consejo Superior de la Judicatura, órgano que permeó al Congreso de la República, que de su mano se entronizó en todas las Ramas del poder.
El constituyente primario. Por lo visto, el Presidente Santos tiene ahora la maravillosa oportunidad de reivindicar la Justicia, pero de la mano del constituyente primario para que el pueblo, mediante una consulta, pueda expresar sus reparos a lo que ha sido denominado como el “carrusel de la Justicia”, representado en los más altos salarios, las referidas puertas giratorias, que no son más que “el amiguismo del tú me das y yo te doy o el tú me nombras y yo te nombro”, en un penoso intercambio de favores clientelistas, dejando de lado los grandes temas a los que deben dedicarse los hombres encargados de impartir justicia.
Por un verdadero revolcón. Tiene, pues, el doctor Santos la oportunidad de promover un verdadero revolcón para que la reforma pase a la historia y no se quede “entre las ramas” y para que les podamos devolver la confianza a nuestros magistrados y jueces. Lo dicho: Las circunstancias están dadas. Es la hora de que se desate el nudo gordiano que armaron políticos y magistrados, en un contubernio jurídico que acabó con la verdadera misión de los jueces. Y si el Congreso se opone, entonces que también se proceda a erradicar ese nido de vicios legislativos que han terminado contaminando no solo al Ejecutivo sino al Poder Judicial colombiano.
¡Ha llegado la hora de la justicia, doctor Santos!