El ejército filipino seguía combatiendo la insurrección de combatientes islamistas, por séptimo día consecutivo, en una ciudad del sur del país, donde están atrapados 2 mil civiles.
El presidente filipino, Rodrigo Duterte, impuso la ley marcial en Mindanao, la segunda isla más grande del archipiélago, poco después de que estallaran los combates contra estos hombres armados, que afirman pertenecer al grupo yihadista Estado Islámico.
Pero las batallas callejeras y el bombardeo incesante de algunos barrios por parte del ejército no consiguieron poner fin a la crisis de Marawi, una de las mayores localidades musulmanas de un archipiélago eminentemente católico.
Las autoridades calculan que 2.000 habitantes de esta ciudad, en la que normalmente viven 200.000 personas, están atrapadas en la aglomeración.
"Nos envían mensajes de texto y nos piden ayuda", declaró Zia Alonto Adiong, portavoz de las autoridades regionales.
"No pueden salir porque tienen miedo de caer en puntos de control dirigidos por hombres armados", añadió.
Las autoridades acusan a los islamistas de haber matado ya a 19 civiles, incluyendo mujeres y niños, mientra que 17 miembros de las fuerzas de seguridad y 61 insurgentes han perdido la vida.
Además, el domingo por la mañana fueron hallados ocho cuerpos bajo un puente de los suburbios de Marawi.
Myrna Bandung, una católica, afirmó el lunes a los periodistas, mientras acompañaba los restos de una víctima, que ella se encontraba con esas ocho personas cuando fueron abatidas.
"No me mataron porque supe recitar una oración musulmana. Los otros no tuvieron tanta suerte", aseguró, conmocionada.
El ejército anunció que iba a intensificar su campaña de bombardeos para terminar con la rebelión, lo que acentuó la angustia de los civiles que siguen en Marawi.
Al ser preguntado este lunes acerca del miedo de los civiles a ser bombardeados, un portavoz del ejército, el general Restituto Padilla, declaró a los reporteros que los bombardeos aéreos se llevarían a cabo con precisión.
Sin embargo, matizó que se efectuarían bombardeos en cualquier zona en la que estén escondidos los combatientes islamistas.
Un periodista de la AFP en el lugar indicó que el lunes por la tarde se produjeron tiroteos cerca de la universidad, en un barrio del que emanaba una humareda que podría deberse a la explosión de una bomba.
Los combates estallaron después de que las fuerzas de seguridad asaltaran un supuesto zulo de Isnilon Hapilon, considerado el jefe del grupo EI en Filipinas.
Estados Unidos pusieron precio a su cabeza por valor de 5 millones de dóalres (4,5 millones de euros). Hapilon también sería uno de los dirigentes de Abu Sayaf, un grupo islamista especializado en secuestros.
Pese a la acción de las fuerzas de seguridad, decenas de combatientes consiguieron repeler a los agentes y saquear la ciudad, izando las banderas negras del grupo EI.
También tomaron a un cura y 14 personas como rehenes en una iglesia e incendiaron edificios. Se desconoce el estado de los rehenes.
Duterte y los jefes del ejército aseguraron que la mayor parte de los combatientes islamistas pertenecen al grupo Maute, que juró lealtad al EI. Pero el presidente también acusó a los criminales locales de apoyar al grupo Maute en Marawi.