El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, celebró este miércoles el séptimo aniversario de su gobierno, el más estable en décadas, aspirando a recortar aún más el espacio de la debilitada oposición en los comicios locales de febrero.
Han sido "siete años maravillosos, esto ya es leyenda, ya se conoce este proceso como el milagro ecuatoriano y seguiremos trabajando", afirmó el mandatario en una entrevista con la radio pública.
Desde su llegada al poder, Correa alienta la "Revolución Ciudadana", un proyecto de inspiración socialista que acabó con una aguda inestabilidad política (siete presidentes en diez años, tres de ellos derrocados), fortaleció el Estado, redujo las ganancias de las petroleras extranjeras y mejoró sensiblemente los índices de pobreza y desigualdad.
Sin embargo, la oposición de derecha, grupos de izquierda, exaliados de Correa y la prensa tradicional consideran que su gobierno es autoritario y denuncian un deterioro de la libertad de expresión, debido a las mordaces críticas y juicios interpuestos por el mandatario contra diarios y periodistas, a los que acusa de opositores políticos.
"El Régimen ha consolidado su dominio merced a una propaganda cautivante y a un modelo basado en los subsidios y, sobre todo, en la figura y la voluntad presidenciales", escribió el diario El Comercio en su editorial.
Correa, quien fue reelegido en 2013 para un nuevo mandato que concluirá en 2017, se ha impuesto en siete procesos electorales desde 2007, cuenta con mayoría en el Congreso y una popularidad que supera un 60%.
El jefe de Estado repasó sus logros en educación, infraestructura salud y seguridad, sectores que han recibido millonarias inversiones, y ratificó su interés en ampliar el poder de su partido en los comicios del 23 de febrero, en los que se elegirán alcaldes, prefectos y juntas locales de gobierno.
"Una de las grandes debilidades está en los gobiernos locales", afirmó el mandatario, y agregó que la oposición pretende "enquistarse" en esas administraciones para "boicotear la Revolución Ciudadana".
En ese sentido, enfatizó en la importancia de una nueva victoria electoral en la Amazonía, donde enfrenta la oposición indígena a sus proyectos petroleros y mineros, y en Guayaquil, la ciudad más rica del país y último fortín de la derecha.