La política de mal en peor | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Agosto de 2011

El pleito de los avales, durante la semana, tiene que ver con la limpieza de la política. Que es, tal vez, el elemento sustancial que permitiría avizorar un futuro diferente. Porque se presume que el buen ejercicio político es lo que faculta a un país concentrarse y desbrozar su destino. Lo contrario, como ocurre aquí, es vivir de pálpito en pálpito.


La política, en todo caso, está bastante descaecida en el mundo. Ha perdido su sentido de cauce social. La última demostración fue la gresca en Estados Unidos por el techo de la deuda. Se puso al mundo al borde de los calmantes y se demostró cuán irresponsable se puede ser cuando se trata de buscar el poder a toda costa. En realidad, allí se está presentando un deslizamiento del tradicional centrismo hacia el radicalismo patrocinado por el tea party. Se trata, entonces, no de acertar, sino de polarizar, cosa vivida en Colombia recientemente sin resultados plausibles. Son, en efecto, oleadas populistas a las que todos los países se ven abocados cuando pierden piso institucional. Y lo más contradictorio, para el caso, es que el déficit fiscal que tanto machaca el tea party proviene de los trillones gastados en las infamantes guerras de invasión auspiciadas por ellos mismos.


Uno podría imaginarse una novela en que se proscribiera la política. Algo escribió al respecto Saramago cuando puso en uno de sus libros a la gran mayoría a votar en blanco, creándose una confusión sin precedentes. La actual crisis de liderazgo mundial, de Zapatero a Berlusconi, de Obama a Piñera, genera incertidumbres similares. No por el cacareado liderazgo, que es una fórmula desgastada y explicativa del carisma señalado por Weber como el misterio recóndito de los jefes políticos, sino porque existe la clara sensación de que el orbe anda sin dirección. Ello, combinado con el impacto de las redes sociales, demuestra que la definición de la política ha cambiado su noción tradicional.


Aún así, la base de ella sigue siendo la misma desde que la política moderna apareciera, hace casi un milenio, bajo el lema de ni un impuesto sin representación. Ese fue el origen de las corporaciones públicas y de allí a los funcionarios regionales elegidos popularmente. La representación popular, pues, no es cosa de poca monta, menos en la actualidad con so-ciedades mucho más ilustradas y homogéneas, donde los políticos ya no gozan de la aureola social de hace unas décadas.  


Si en el mundo la política va mal, en Colombia va peor. Precisamente porque se distorsionaron los mecanismos de representación al asociarse la política con el paramilitarismo, el narcotráfico y la corrupción. Que no sólo es un problema penal, sino social. Por eso está bien no dar avales a quien se sospeche o compruebe vínculos de cualquier orden con ello. De nada valen las sentencias si prevalecen las mismas conductas. Y en ese sentido ha sobresalido Cambio Radical, mientras los otros partidos sólo han dado puntaditas vergonzantes al respecto.