Esta familia, que ha participado en siete de las últimas 10 elecciones presidenciales, ha perdido a su patriarca, G.H.W Bush. Su influencia, sin embargo, parece cada vez menor
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NO ES difícil hablar de dinastías políticas. Las hay en Europa –con cierta nostalgia monárquica- , en Asia y en África. Pero en América se destacan por apellidos que se repiten, desde el cono sur hasta Canadá, a lo largo de la historia. Estados Unidos no es la excepción.
Una de las familias más tradicionales del Partido Republicano, los Bush, ha confirmado con la muerte de su patriarca, George H.W Bush, que en las últimas décadas no ha habido un apellido con más peso en la derecha que este. Tan así que en siete de las últimas 10 elecciones presidenciales han tenido un aspirante, ganando tres veces.
Ni los Kennedy, la familia más poderosa por décadas (ahora son los Clinton) en el Partido Demócrata, se le acercan al nivel de influencia de los Bush, aún vigentes en la política norteamericana con la participación de Jeb Bush en las primarias del Partido Republicano en 2016.
El papá
Fallecido el viernes, George H. W. Bush fue el patriarca de la dinastía Bush, un hombre que desde muy pequeño estuvo en el servicio público, iniciando su carrera en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Luego, entró a estudiar a la Universidad de Yale, donde fue conocido por tener su grupo de amigos W.A.S.P (siglas en inglés de blanco-anglo-sajón-protestante). Esta denominación, que ha perdido vigencia, servía como forma para referirse a las familias con raíces coloniales del país.
Bush papá, como se le conoció tras la llegada a la Casa Blanca de su hijo George, entró a la política en los años 60 como presidente del Comité Nacional Republicano. Allí forjó una relación cercana con el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, un actor de cine, que cautivó a los norteamericanos con su carisma, llegando a ser presidente en la década de los 80. Como compañero de fórmula, lo acompañó Bush, quien antes había estado en la CIA.
La presidencia de Reagan, catalogada por la mayoría de los norteamericanos como una de las mejores de la historia, según Pew Research Center, catapultó a Bush a lo más alto del Ejecutivo, buscando la continuidad de los Republicanos en la Casa Blanca.
Impulsado por su padre, Prescott, un banquero de Wall Street que había sido senador por Connecticut y sonó para ser el vice de Dwight Eisenhower, Bush papá construyó una red de alianzas con petroleros, actores internacionales y capital judío que mostró una cara diferente de los conservadores norteamericanos.
Lejos del tradicional proteccionismo que habían marcado los gobiernos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, los conservadores de la pos guerra ampliaron sus alianzas, privilegiando la intervención de Estados Unidos en otros países. De ahí vino, por ejemplo, el “Plan Marshall”, aporte norteamericano para reconstruir Europa y que hoy sirve de pulla para que Donald Trump le reclame al bloque europeo.
Según Austin Johnson, lingüista y geógrafo de la Universidad de Miami, en charla con EL NUEVO SIGLO, “las dinastías Republicanas perdieron su poder en ese momento (Segunda Guerra Mundial) porque “se opusieron a la guerra” y “la nueva derecha ganó”. Familias como los Taft de Massachusetts y los Fish de Nueva York dejaron de ser influyentes en el partido y prefirieron apartarse de la política. “Los Rockefeller siguieron teniendo influencia y los Bush emergieron lentamente”, cuenta.
Solo como los Adams
Uno de los hombres más reputados de Estados Unido fue John Adams, aquel político de Massachusetts que se convirtió en uno de los doctrinantes de la independencia, convirtiéndose en el segundo Presidente del país en 1797. 30 años después su hijo, John Quincy, llegó al mismo cargo, con el peso del talante de su padre.
Los Bush, como los Adams, han sido la única familia en la que padre e hijo han estado en la Presidencia. En 2000, luego de una reñida elección, que se decidió en un votofinish en Florida cuestionado por el demócrata Al Gore, George W. Bush llegó a la Casa Blanca, solo siete años después de que su padre había salido.
Tejida desde los tiempos en que trabajaba en la CIA, su padre George H. W. había logrado compaginar con el lobby petrolero, pese a haber crecido en la costa noroeste de los Estados Unidos. En 1994, tras su salida de la Presidencia, Bush padre se convirtió en gobernador de Texas, convenciendo a los magnates del petróleo en clave con intereses de países como Arabia Saudita y otros, de apoyar a su hijo, que finalmente llegó a la Casa Blanca.
El principal biógrafo de la familia, Rush Baker, describe esa red de apoyos como sólida y esparcida por todo Estados Unidos. “La familia Bush es la más grande en aprovechar sus activos comunales familiares. Creo que es mejor que incluso los Kennedy”, escribió, y dijo en una entrevista a la AP, que “George H. W. Bush y su esposa Bárbara Bush practicaron el toque personal en la política y acumularon una lista de 40,000 tarjetas navideñas”.
A pesar de su influencia en la política norteamericana por más de 60 años, el apellido Bush ha empezado a perder fuerza. Jeb, el hermano menor de George, salió golpeado de las primarias Republicanas en 2016 y se ha mantenido por fuera de la política.
Con el auge del neoconservadurismo de Donald Trump, un delfín de los negocios, más no de la política, los Bush han sido catalogados como “el establecimiento” Republicano, incapaz de gobernar por buen camino a Estados Unidos.
La dinastía más connotada de los últimos tiempos en el Partido Republicano parece llegar a su fin. ¿Se reinventará o llegará una nueva de apellido Trump?
Sepelio de George H. W.
El expresidente de George H. W. Bush, quien falleció el pasado viernes, será enterrado este jueves detrás de la biblioteca y museo que lleva su nombre en el campus de la Universidad de Texas A&M, tras tres días de cámara ardiente en el Capitolio, en Washington. Allí reposará con su esposa Bárbara, quien murió en abril, y su hija Robin.