Un trayecto de hora y media en avión facilita desde la capital de la República la llegada a la isla de Mompox, Bolívar, un territorio declarado por la Unesco en 1995, Patrimonio de la Humanidad, colonizado por españoles, con influencia poética y musical, y la cual es más calurosa por la amabilidad de su gente que por su propio clima de más de 40 grados de temperatura.
Mompox se compone de múltiples particularidades que la hacen única. Allí poco es tenida en cuenta la nomenclatura, pues la Ciudad Valerosa, la Tierra de Dios, la Benemérita de la Patria, entre otros, hacen que se le conozca además como la ciudad de los nombres, nombres que también reciben sus calles por las que los habitantes se guían y los turistas terminamos aprendiéndonos una tradición que allí ha viajado en el tiempo.
Esta población se caracteriza por brindar al visitante hospedaje en casas de familia, pues la capacidad hotelera aún es escasa y para los residentes no es una obligación, sino por el contrario, un gusto ser anfitriones de quienes deseen conocer la Ciudad de Dios, donde se acuesta uno y amanecen dos, según el dicho regional donde también es tradicional la leyenda de la Llorona.
Asumiendo dicha particularidad y sumado al calor de su gente, Patricia Di Filipo, una distinguida momposina me abre las puertas de su casa ubicada entre la calle de la Albarrada y la de En Medio, la cual, al igual que la región, pareciera detenerse en el tiempo por su arquitectura colonial, marcada por cortes barrocos y republicanos, al interior y al exterior de la misma.
“Lo interesante de Mompox es que no solo preservamos el patrimonio cultural material, sino que el oral también lo estamos preservando y estamos buscando que no desvanezca en el tiempo sino que por el contrario permanezca, y es una labor de los ancianos, de los docentes de las instituciones culturales, de los agentes culturales, de todos los momposinos que tenemos mucho sentido de pertenencia y de que generación en generación, vamos transmitiendo todas estas manifestaciones culturales que hacen parte de nuestra idiosincrasia”, dijo a EL NUEVO SIGLO Víctor Pérez, un abogado e historiador momposino que ayuda al forastero a entender la magia de su tierra.
El misterio de sus callejones
“Mompox hoy recibe los frutos de lo que sembraron hace aproximadamente más de 400 años los españoles. En la época de la colonia, Mompox por su posición estratégica y dado a que el transporte fluvial era el principal transporte de nuestro país, se convirtió en Puerto obligado para los navegantes que viajaban desde la costa Caribe hasta el interior del país, esto permitió que Mompox llegara en muchas cosas por accidente, otras por casualidades y otras porque venían destinadas para Mompox y lo hizo rica en muchas cosas. El legado religioso de los españoles muy marcado, una población pequeña que en el inicio y en sus épocas de la Colonia contaba con tres calles, que responden a su cotidianidad: la calle de la Albarrada, que significa a orillas del río, la calle de en medio y la calle de atrás”, explicó Víctor sobre las 3 principales calles que aún se mantienen.
Otra particularidad de aquella población es su religión, ya que allí se pueden divisar las cúpulas de 7 iglesias, tales como la iglesia San Francisco, San Juan de Dios, la Concepción, la Capilla del Cementerio, Santa Bárbara, San Agustín o Basílica menor y la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, cada una con una arquitectura invaluable que juegan a la perfección con la estructura de las viviendas del siglo XVII, aún presentes como el de su cementerio, que encierra un realismo mágico, el mismo que puede leerse en las obras de Gabriel García Márquez.
“Sus callejones responden a historias y a mitos como el callejón del coco solo, callejón del peligro, el callejón del espanto, son callejones que encontramos a lo largo del sector histórico y de toda la población de Mompox, además de eso un dato muy curioso que muchos ignoran, quizá lo que el mismo río nos trajo en ese letargo en el que estuvo sumergido Mompox, en el olvido, que lo tenían ahí como guardado, como la perla escondida en el Caribe, muchas cosas de nuestra idiosincrasia fueron viajando por ese mismo río, se fueron asentando en Barranquilla y nutrieron y fortalecieron lo que hoy es el Carnaval de Barranquilla. Nuestro carnaval nace en Mompox, como su nombre lo dice fiestas de la carne y nace como una forma de celebrar y se fue nutriendo y viajando con la danza de los toritos, de los indios, de los negros”, destaca el historiador.
Hilos de filigrana
Una particularidad adicional de Mompox es el trabajo de la filigrana, reconocida en el mundo por ser la más pulcra, un arte hecho a mano que se teje a base de hilos de plata o de oro, metal que viene granulado desde las minas, principalmente del sur de Bolívar. “Acá en el taller hacemos toda la transformación fundiéndola, realizando cada uno de los diseños, luego hacer los hilos, ir entrelazándolos y elaborar cada una de las piezas. La tradición de la filigrana fue traída a Mompox desde la época de la colonia por los españoles y se ha mantenido de generación en generación”, dijo a EL NUEVO SIGLO, Jossimar, un joven de 30 años que lleva 9 en este oficio.
Los costos de estas exclusivas piezas oscilan entre los $8 mil y $10 mil por gramo, y si se trata de un par de aretes pequeños, el valor total oscilaría entre $45mil a $65 mil. Dijes, cadenas, anillos y hasta prendedores, entre muchos más son elaborados en Mompox, donde es habitual encontrar un local cada 3 pasos.
Según Jossimar y otros artesanos de la filigrana, en temporada del Festi Jazz, sus joyas brillan más que de costumbre ante los turistas que llegan a la Ciudad de Dios, pues la música inspira para su elaboración y para su adquisición. “Al Mompox llenarse de toda esa gente que viene de otras partes, incrementa mucho las ventas. Octubre relativamente antes de que estuviera el festival de acá era un mes muy calmado, estaba olvidado, pero ahora ya tiene una vista turística y los sonidos en las calles lo llevan a uno a veces para que todo fluya y con ese ambiente se inspire a crear nuevas cosas”, afirma.
El Festi Jazz, la Semana Santa y ser acogido por el pueblo momposino, son sólo una parte de las bondades que ofrece Mompox, que deja en la mente del visitante un sinfín de historias por contar una experiencia indudablemente multiplicadora.