- 15 días y la masacre sigue sin resolverse
- Ninguna hipótesis ha sido comprobada
Los servicios de inteligencia y seguridad interna de los Estados Unidos están considerados entre los más eficientes del mundo. Por lo mismo resulta sorprendente que a estas alturas no se tenga una hipótesis cierta sobre los móviles de la masacre de 58 personas el pasado 1 de octubre en Las Vegas, cuando Stephen Paddock, desde su habitación en el hotel Mandalay Bay, disparó por más de diez minutos contra las 20 mil personas que asistían a un concierto de música country.
Si bien inicialmente el FBI descartó la hipótesis de que el atentado estuviera relacionado con la causa yihadista, lo cierto es que ese móvil todavía no está cien por ciento desestimado. Aun así la Casa Blanca sigue en la línea de que lo de Las Vegas fue un acto demencial aislado y ni el presidente Donald Trump como tampoco el Departamento de Estado han señalado responsabilidad extranjera en esta tragedia.
La segunda hipótesis, es decir la relacionada con un desequilibrio mental del atacante, sigue también sin confirmarse o negarse de forma concluyente. Las pesquisas de los investigadores no arrojan mayores claridades, salvo que Paddock adquirió una gran cantidad de armas en distintos estados y que tanto en la habitación del hotel desde donde disparó y luego se suicidó, como en su casa, tenía un arsenal muy potente, incluyendo explosivos. La autopsia al cuerpo del perpetrador ha sido de la mayor especialización sin que se haya encontrado todavía alguna pista sobre una enfermedad terminal o afectación mental. Es más, su cerebro fue remitido a un centro de investigaciones para analizarlo más a fondo.
Lo que se conoce de nuevo es que el atacante habría utilizado balas incendiarias para tratar de impactar dos grandes tanques de combustible que podía avistar desde su habitación, quizá con la intención de explotarlos y cubrir una posible huida, o también para causar más víctimas. También se sabe que había planeado perpetrar la masacre en otros lugares en donde se realizaban conciertos pero al final fue en Las Vegas en donde concretó su objetivo macabro. Igual se sabe que un guardia de seguridad del hotel alcanzó a llegar hasta la habitación minutos después de que comenzaran los disparos y fue atacado por Paddock, quien después se quitó la vida antes de que el grupo antiterrorista lograra ingresar a la habitación.
Sin embargo, más allá de esos datos no hay todavía certeza sobre qué llevó a un hombre jubilado y de buena posición económica a perpetrar semejante ataque.
El debate en torno a la facilidad para comprar armas en Estados Unidos no ha tomado mayor vuelo. Según algunos analistas, ello se debe a que todavía no hay claridad sobre los móviles de la masacre y, por lo tanto, las propuestas de reforma a la legislación sobre la compra de armas, sobre todo las automáticas, no han llegado al Congreso. Se sabe, de entrada, que los Republicanos, tanto en el Gobierno como en el Legislativo, no consideran que sea el momento para abocar este debate, aunque sí parece haber una corriente cada vez más creciente en torno a introducir algunos controles a la hora de la venta.
¿Cómo explicar que 15 días después de la matanza la incógnita siga reinando? Nadie lo sabe. Incluso ya hay quienes sostienen que nunca habrá claridad al respecto, puesto que todos los flancos de investigación, hasta los más mínimos e imprevistos, se han cubierto sin que haya luces sobre lo que pasó.
Lo cierto es que con cada día que pasa las presiones sobre los servicios de inteligencia de EU son mayores, pues no tiene dato seguro sobre el porqué de la mayor masacre en su historia contemporánea. Una masacre cuyo saldo podría ser aún mayor porque el viernes pasado se indicó que por lo menos 45 personas de las heridas hace dos semanas continúan hospitalizadas y en estado crítico.
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